Es difícil escribir en estos días. Si bien muchas señales estaban ahí, era difícil prever lo que hemos visto. Las desigualdades en nuestro país, la crisis de confianza en nuestras instituciones, la baja participación electoral, las colusiones y las bajas condenas a delitos de ‘cuello y corbata’, pueden ser algunas de las causas del gran malestar social. Las escenas de violencia y vandalismo que se han visto, en ningún caso son justificables, sin embargo, esto no obsta –y no implica una excusa- entender qué las origina.
De este modo, se podrán buscar políticas y acciones para prevenir estas situaciones en el futuro. Pero a mi juicio, lo más impresionante ha sido la falta de respuesta y empatía de las fuerzas políticas. El gobierno se ha quedado pegado en el discurso de la violencia y vandalismo –bajando el tono en las últimas horas- y dando cuenta de la contingencia, como si estuviéramos frente a un caso de una catástrofe natural. La oposición se ha visto paralizada y, a pesar de intentar esbozar propuestas, no ha logrado tener la fuerza de presionar al gobierno a pronunciarse sobre el fondo de las demandas que origina el malestar social, ni de retirar el Estado de Emergencia y toques de queda. Si bien la desconfianza ciudadana hacia las instituciones políticas es muy alta y es probable que un acuerdo nacional de las fuerzas políticas sea visto como insuficiente, se requiere una salida política donde se deje de mirar la pequeña ganancia.
Para esto es necesario incluir la mirada de la sociedad civil y academia y abrir más espacios de participación ciudadana a organizaciones sociales, federaciones estudiantiles y movimientos sociales, entre otros.
Las posibles soluciones no pueden salir de cuatro paredes y deben considerar las miradas de las nuevas generaciones.
El milagro y el oasis chileno era una ilusión que muchos creímos. Ahora no es el momento de reproches, más adelante podremos analizar con más calma qué nos trajo a este punto.