La pandemia y la cuarentena han permitido visibilizar las grietas más profundas de nuestras sociedades. Las carencias estructurales y la desigualdad se habían empezado a instalar en el centro de la agenda con el estallido social. La imposibilidad de un desarrollo social justo en una ciudad fragmentada, segregada y discriminatoria también. Algunos rápidamente concluyeron que la violencia se vinculaba con la presencia del ‘narco’, concepto totalmente flexible para muchos opinólogos y medio de comunicación.
En plena cuarentena aparece nuevamente el ‘narco’ con sus fuegos artificiales, funerales y entrega de beneficios a la ciudadanía. Nada nuevo, pero ahora mucho más espectacularizado y evidente. Y digo aparece porque no es un fenómeno nuevo sino por el contrario instalado por décadas en múltiples territorios específicos donde la vulnerablidad, la corrupción y el abandono institucional son evidentes. No hay que olvidar que según datos de la CASEN del año 2017, casi 2.4 millones de personas residen en hogares donde al menos uno de sus integrantes declaró haber presenciado tráfico de drogas o balaceras o disparos. Estamos hablando de el 13,5% del total de la población nacional que vive en territorios donde el accionar de grupos criminales es cotidiano.
No hay que olvidar que según datos de la CASEN del año 2017, casi 2.4 millones de personas residen en hogares donde al menos uno de sus integrantes declaró haber presenciado tráfico de drogas o balaceras o disparos.
La pandemia impacta a los que se dedican al delito e incluso a las organizaciones criminales. No sólo porque las cuarentenas afectan el negocio y visibilizan los canales legales/informales/ilegales de comercialización; sino también porque pone en riesgo a sus miembros del Covid19. Su poder territorial puede verse limitado pero no hay que confudirse, las crisis también permiten avanzar en sus capacidades y habilidades en el mediano y largo plazo. La experiencia internacional es clara y se resume en una reciente declaración del Saviano, especialista en mafia, en el diario italiano La Repubblica ‘Cuando tienes hambre, buscas pan y no preguntas de qué horno proviene o quién te lo da; cuando necesita un medicamento, lo compra y no se pregunta quién es el vendedor. Solo en tiempos de paz y prosperidad tienes una elección’.
Primero es clave definir que el ‘narco’ del que hablamos es aquel que constituye parte de una organización criminal con control territorial, esquema de comercialización de drogas y otros productos y posiblemente una red de conexiones legales/informales/ilegales. Es decir, grupos que tienen diponibilidad de dinero lo que les permitirá ‘ayudar’ a vecinos y pequeños comercios en el corto plazo. La ayuda llega con posteriores demandas, pero también con la consolidación de redes de lealtad local. Lo que en los matinales se ha llamado la narcobeneficiencia no es más que una práctica muy común de los grupos organizados en situaciones de crisis en los territorios o espacios donde el Estado no está presente o donde la capacidad de corrupción de funcionarios locales y nacionales crece.
Si bien en algunos casos la ‘ayuda’ se disfraza de regalo, los préstamos ilegales son la formula más utilizada para penetrar pequeños y medianos negocios que terminan siendo parte de la industria criminal. Préstamos que traen de la mano el desarrrollo potencial de extorsiones y por ende violencia, lesiones e incluso homicidios. La información en Chile sobre estos procesos es aún incipiente pero es clave estar alertas para evitar el incremento de la violencia letal.
Lo que llamaremos ‘control territorial con empatía’ permite además que cientos de jóvenes y niños que quedarán al margen del mercado laboral e incluso deserten de la educación formal debido a la crisis económica, vean en las organizaciones criminales un espacio de inserción. Está documentado también que los ‘soldados’ aumentan su presencia en situaciones de crisis, situación que también complejiza la relación entre los grupos y puede generar una pelea por territorios.
Está documentado también que los ‘soldados’ aumentan su presencia en situaciones de crisis, situación que también complejiza la relación entre los grupos y puede generar una pelea por territorios.
El panorama no es alentador y se podría decir que post Covid-19, las mafias del mundo entero verán redefinido sus espacios de acción, sumando con mucha fuerza el mundo ciber, pero también aumentado sus posibles negocios, en el área turismo por ejemplo. El Chile, el narco avanza sobre los espacios que abandona el Estado. La relación es de cómplice activo/pasivo y se ha consolidado por décadas en las que nos quedamos con la tranquilidad de culpar al ‘narco’ por los problemas de la exclusión y violencia que se viven en los márgenes urbanos.