Javier Sajuria
Medio:
La Tercera
El aplastante triunfo de la derecha populista radical en las elecciones del Consejo Constitucional no debiese ser inesperado ni sorprendente. El Partido Republicano ha sido eficiente en influir en el discurso político en los temas donde es más fuerte: seguridad e inmigración. Hoy, logran convertirse en la principal fuerza política de este proceso constituyente. Los votantes han entregado a los defensores de la Constitución de Pinochet, la llave para cambiarla o profundizarla.
Una de las preguntas clásicas ante el surgimiento de la ultraderecha en democracia es por qué alguien estaría dispuesto a votar por ellos. Desde el fantasma del fascismo y el nazismo en Europa, a las dictaduras militares en América Latina, pareciera sorprendente que sus herederos políticos tengan tanto apoyo. Sobre todo, si consideramos que han sido consistentes en mostrar poco apego a las normas de la democracia liberal. Pero la evidencia también muestra que han logrado entablar una conexión exitosa con la ciudadanía en base a explotar la brecha entre las expectativas y los resultados de la democracia.
Diversos estudios han mostrado, de forma consistente, que quienes votan por estas opciones no están ni menos informados ni menos interesados en política que quienes buscan alternativas no populistas. Es más, suelen tener un aprecio alto por la democracia, pero también una creciente desazón por cómo ésta funciona. Esto es cierto, tanto en Europa como en América Latina. Así como los líderes de la derecha radical comparten elementos comunes, también sus votantes. La experiencia democrática -o más bien la frustración con ella- parece ser el combustible de la derecha populista radical.
En Chile, el trabajo de Carlos Meléndez y Cristóbal Rovira muestra cómo la pérdida de apoyo de los partidos ha creado un espacio ideal para el surgimiento de estas tendencias. Asimismo, en un trabajo conjunto en 2021 a partir de los resultados del plebiscito de entrada, advertíamos que se estaba configurando la combinación clásica de la derecha populista radical en el país: religiosidad, conservadurismo y supremacía blanca. Con todo esto, se configuró lo que Zanotti y Roberts ya habían anunciado para América Latina: una combinación de la politización de temas como seguridad e inmigración, el surgimiento de un nativismo, y una creciente desconfianza en los partidos políticos.
Si el surgimiento de esta variante iliberal de la derecha ya se advertía hace unos años, no es tan claro su desenlace. Es muy distinto un populismo en la oposición -en la que es capaz de dominar el discurso político- a uno en el poder. La experiencia internacional no ha sido generosa con partidos como el Republicano cuando triunfan en las elecciones. Por el momento, tenemos que ser capaces de interpretar su voto más como una respuesta a un sistema democrático que no es capaz de ofrecer alternativas satisfactorias, que como un triunfo de valores ultraconservadores. Si no lo hacemos, es posible que en el futuro próximo sea imposible distinguir uno del otro.
Una de las preguntas clásicas ante el surgimiento de la ultraderecha en democracia es por qué alguien estaría dispuesto a votar por ellos. Desde el fantasma del fascismo y el nazismo en Europa, a las dictaduras militares en América Latina, pareciera sorprendente que sus herederos políticos tengan tanto apoyo. Sobre todo, si consideramos que han sido consistentes en mostrar poco apego a las normas de la democracia liberal. Pero la evidencia también muestra que han logrado entablar una conexión exitosa con la ciudadanía en base a explotar la brecha entre las expectativas y los resultados de la democracia.
Diversos estudios han mostrado, de forma consistente, que quienes votan por estas opciones no están ni menos informados ni menos interesados en política que quienes buscan alternativas no populistas. Es más, suelen tener un aprecio alto por la democracia, pero también una creciente desazón por cómo ésta funciona. Esto es cierto, tanto en Europa como en América Latina. Así como los líderes de la derecha radical comparten elementos comunes, también sus votantes. La experiencia democrática -o más bien la frustración con ella- parece ser el combustible de la derecha populista radical.
En Chile, el trabajo de Carlos Meléndez y Cristóbal Rovira muestra cómo la pérdida de apoyo de los partidos ha creado un espacio ideal para el surgimiento de estas tendencias. Asimismo, en un trabajo conjunto en 2021 a partir de los resultados del plebiscito de entrada, advertíamos que se estaba configurando la combinación clásica de la derecha populista radical en el país: religiosidad, conservadurismo y supremacía blanca. Con todo esto, se configuró lo que Zanotti y Roberts ya habían anunciado para América Latina: una combinación de la politización de temas como seguridad e inmigración, el surgimiento de un nativismo, y una creciente desconfianza en los partidos políticos.
Si el surgimiento de esta variante iliberal de la derecha ya se advertía hace unos años, no es tan claro su desenlace. Es muy distinto un populismo en la oposición -en la que es capaz de dominar el discurso político- a uno en el poder. La experiencia internacional no ha sido generosa con partidos como el Republicano cuando triunfan en las elecciones. Por el momento, tenemos que ser capaces de interpretar su voto más como una respuesta a un sistema democrático que no es capaz de ofrecer alternativas satisfactorias, que como un triunfo de valores ultraconservadores. Si no lo hacemos, es posible que en el futuro próximo sea imposible distinguir uno del otro.
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