El debate tributario tiende a polarizarse a tal nivel que divide rápidamente entre buenos y malos; no hay tiempo para explicar ni entender. Esto, porque para algunos es la variable que define el tamaño del Estado, para otros porque afecta grandes fortunas y trastrueca los instintos animales que mueven la economía, y en el fondo de todo, porque encierra un concepto de justicia que hoy divide aguas.
Más allá de nuestras diferencias, pongamos las cartas sobre la mesa para todos sobre una base comparable. Hagamos un esfuerzo para que la ciudadanía compare peras con peras y manzanas con manzanas. Hoy parece que hablar de simplificación es hablar de integración; hablar de recaudación es hablar de tasas; ni siquiera en el promedio de carga tributaria de los países de la OCDE parece haber acuerdo. Así, el siguiente glosario puede ayudar a tener comparabilidad en la discusión.
Simplificación: es la justificación del Gobierno para proponer los cambios. Un sistema tributario simple es un buen negocio para todos. Facilita el cumplimiento, reduce los costos y hace más eficiente la fiscalización. Nadie puede oponerse a ello. Sin embargo, es importante que las mejoras respondan al espíritu de simplificación y no se modifique la recaudación o distribución. Integrar completamente no es simplificar, sino una modificación profunda, con efectos en recaudación y distribución.
Recaudación: es la ‘última línea’ del sistema tributario: el total recaudado por los impuestos nacionales con lo que se financian los gastos públicos generales. Para hacer esta medida comparable con otros países, se representa como la proporción del tamaño de la economía o del PIB.
Para darle una mayor comparabilidad, deberíamos considerar el PIB de los países en nuestro mismo nivel de desarrollo. La pasada reforma tributaria propuso subir la recaudación como porcentaje del PIB (año 2012) del 19% a un 22%, aproximadamente; menor al 23% que recaudaban, en promedio, los países OCDE a ese nivel de PIB. Así, Holanda tenía nuestro PIB del año 2012 en el año 1970, y recaudaba un 23%, aproximadamente; Nueva Zelandia en 1972 recaudaba 26,1%, y Finlandia en 1982 recaudaba 28,9%.
Distribución de la carga tributaria: define quién paga los impuestos. El FMI y la OCDE han destacado la importancia de utilizar los sistemas tributarios como herramienta de redistribución, enfatizando la importancia de aumentar los impuestos a aquellos que están en el decil más privilegiado de la sociedad. Recomendación que vale la pena tener presente en Chile, uno de los países con distribución de ingresos más desigual del mundo.
La reforma del gobierno anterior buscó aumentar la recaudación, pero con justicia tributaria, es decir, que los que ganan más paguen más. Un informe del Banco Mundial (2015) reconoció este impacto positivo en la redistribución del ingreso.
Para evaluar una futura modificación tributaria, es esencial hacer una comparación entre el aporte proporcional de cada decil de ingreso hoy, con la propuesta de modificación que hace el Gobierno. Un ajuste tributario neutro en recaudación, puede no serlo en distribución, porque pueden existir transferencias entre los deciles de ingreso.
El Ejecutivo anunció la reintegración del sistema semiintegrado, lo que implica una rebaja de 9,45 puntos porcentuales a los dueños de las empresas acogidas a ese régimen, y dejó en veremos la rebaja del impuesto a esas empresas de 27% a 25%. En este escenario, y para mantener la recaudación, el Gobierno deberá compensar con otros impuestos o aumentar la carga a otros grupos distintos a las empresas o dueños de grandes empresas. Será relevante que esto se informe transparentemente y, sobre todo, se justifique.
Con estos conceptos sobre la mesa, esperamos que exista un debate abierto, de calidady franco con la ciudadanía, donde las distintas propuestas sean comparables.