Luego de años de estudios, el tranvía de Las Condes fue descartado, debido a las exigencias para compensar a operadores del Transantiago y por obtener una rentabilidad social menor a la exigida. Este resultado era esperable. Ocurrió lo mismo con decenas de tranvías y trenes urbanos que han ilusionado a los habitantes de Santiago y regiones.
¿Por qué cuesta tanto incorporar estas tecnologías de transporte en Chile? Hay casos donde los proyectos son malos o no se justifican, pero la mayoría no se cae por eso, y no es lógico que aún no tengamos ningún tranvía o teleférico operando, y solo tres servicios de trenes urbanos.
En mi opinión, estos proyectos son vetados por el «busismo» que usa los pocos espacios de poder que le quedan para proteger su Transantiago, anulando cualquier sistema que le quite protagonismo y demanda.
Ahora, se dijo que la millonaria compensación del tranvía al Transantiago era necesaria porque implicaba un «cambio en las reglas del juego», omitiendo que dichas reglas han cambiado varias veces en 10 años para privilegiar a malos operadores de buses manteniendo un sistema fallido.
Se argumentó que la rentabilidad social del tranvía era baja, sin mencionar que los recursos entregados al Transantiago nunca han sido evaluados socialmente, ya que los bus istas han usado resquicios para saltarse ese filtro, pese a que hablamos de miles de millones de dólares en un sistema que pierde demanda y empeora su servicio.
Además, no se dice que la metodología que calculó la rentabilidad social del tranvía no ha cambiado en 30 años y omite beneficios relevantes como la renovación de los barrios, la predictibilidad en tiempos de viaje o la comodidad del usuario, temas claves para bajar a la gente del auto y reducir la congestión.
Si seguimos con estos vetos y compensaciones a micreros, será imposible concretar proyectos anhelados y justificados como los trenes urbanos a Maipú- Melipilla, Puerto Montt-Puerto Varas y Talca-Linares, o los tranvías anunciados para La Serena y Viña del Mar, y los teleféricos de Alto Hospicio y Valparaíso.
Las autoridades prometieron estas obras así que deben impulsar cambios en las metodologías de evaluación social y planificación del transporte. De lo contrario, los recursos públicos seguirán beneficiando a fabricantes y operadores de buses, en desmedro de la calidad de vida de millones de chilenos, que no podrán acceder a tecnologías más modernas que mejoren su experiencia de viaje y renueven sus barrios y ciudades.