Daniel Jadue puso a Recoleta en el mapa político nacional gracias a iniciativas novedosas y atractivas para la prensa. Su gran éxito fue la «farmacia popular», que buscaba resolver un problema apremiante como el alto costo de los remedios y que fue copiada por municipios de izquierda y derecha.
Desde entonces, la presión por lograr otro golpe le ha pasado la cuenta al municipio. Algunas propuestas han caído en la excentricidad, como la ordenanza que prohíbe los rodeos, y otras en la publicidad engañosa como una universidad municipal que no entregará títulos, investigación, ni docencia acreditada por el Estado.
Pero el principal riesgo de estos experimentos ha sido tapar problemas sociales. Al concentrar toda la atención en los servicios «populares», han pasado desapercibidos el bajo puntaje de los liceos de Recoleta en la PSU, la deuda del municipio o los cuestionamientos realizados por la Contraloría al manejo de las platas de la subvención escolar preferencial.
Lo mismo ocurre con el desplome de Recoleta en el índice de calidad de vida urbana que elabora la Universidad Católica (ICVU). En los últimos cinco años, la comuna bajó 28 puestos en el ranking nacional, ubicándose en los últimos lugares del ICVU, por debajo de municipios con menos presupuesto de Santiago y regiones.
Este resultado puede observarse recorriendo la comuna como lo hice antes de escribir esta columna. Caminé por avenidas como Recoleta, El Salto, Guanaco, México o Einstein, y el panorama fue desolador: veredas angostas con pavimentos destruidos y basura, calles plagadas de «eventos», mobiliarios y paraderos vandalizados, antejardines de tierra y fachadas de valor patrimonial rayadas de suelo a cielo.
También me impresionó la desregulación de los estacionamientos. Los autos y camionetas se instalan sobre plata-bandas o veredas con total impunidad, y la situación se torna crítica cerca de La Vega y los cementerios, donde además existen pilas de basura en medio del Espacio Público.
Esta realidad contrasta con un objetivo central del plan de desarrollo comunal, que es tener una comuna «limpia y hermosa», con «calles y veredas pavimentadas». Además, no se condice con la prioridad que asignan los vecinos a la percepción de inseguridad que generan los espacios públicos en mal estado.
Un diagnóstico así sería motivo de alarma en cualquier comuna, pero en Recoleta ni siquiera es tema, ya que toda la atención mediática se centra en los experimentos del alcalde, lo que es muy peligroso si el deterioro urbano o el déficit económico se tornan irreversibles.