Construir un texto normativo, de cualquier índole, es una tarea compleja. Requiere combinar los intereses individuales de todas las partes con la armonía del texto en su conjunto. Quienes estudian la técnica legislativa hacen hincapié en ese punto, sobre cómo conversan las distintas partes de una norma y, sobre todo, cómo se integran dentro de un ordenamiento más grande. Hasta ahora, esto parece ser una preocupación con baja prioridad en algunas comisiones de la Convención Constitucional.
La negociación política alrededor de la discusión de sistema de gobierno llevó a lo que una mayoría de politólogos y politólogas considera como la peor de las combinaciones disponibles: presidencialismo tanto más concentrado que el sistema actual y unicameralismo. Entre quienes hemos debatido estos temas los últimos meses ha habido poco consenso sobre los distintos modelos. En un acto de amor, nos hemos enamorado de nuestras preferencias de sistema político, electoral o estructura del Congreso. Pero hemos coincidido que, ante la imposibilidad de asegurar nuestras posiciones ideales, hay algunas que deben ser evitadas a toda costa.
La respuesta desde la Convención ha sido atendible: aún estamos en el período de discusión en general (la llamada «idea de legislar»), por lo que queda aún mucho paño que cortar. Pero también hay quienes, desde fuera de la Convención, han salido de forma destemplada a igualar la crítica con alguna forma de traición. Ninguna de las dos posturas nos permite enfrentar el potencial problema. El tono poco colaborativo de algunas comisiones durante la semana pasada permite sospechar que no será fácil integrar indicaciones que armonicen lo ya aprobado. Por otro lado, existimos varios que creemos y confiamos en la labor de la Convención, pero que también entendemos que no es infalible.
Pero no es todo gris, la semana pasada fue simplemente el inicio de la discusión más substantiva, en que se fueron fijando los primeros acuerdos, los mismos que pueden sufrir modificaciones más adelante. Asimismo, esta semana concluye el plazo para patrocinar iniciativas populares, lo que ha probado ser muy exitoso en algunos temas clave (como el bicameralismo, donde la Comisión de Sistema de Gobierno estará obligada a volver a debatirlo). Lo importante es que la dinámica de la semana pasada, descrita por el convencional Patricio Fernández como una donde «la voluntad de ganar el punto suele primar por sobre la de busquemos juntos», quede fuera de lugar.
Pensemos en una analogía. Convocamos a un grupo de chefs a preparar una serie de platos, cada uno viene con sus ingredientes preferidos. En vez de pensar en el menú en su conjunto, cada chef se esmera en que su ingrediente tenga presencia. Al final, puede que cada uno de ellos termine contento por haber podido incorporar ese ingrediente en particular, pero a costa de que los platos sean incomibles y dejen con más hambre a sus comensales.