Natural Resources and Sustainability
América Latina y el Caribe necesitan una recuperación económica que enfrente el cambio climático
31 de January de 2022
Rodrigo Guerrero
Media:
The Clinic
Gran parte de las medidas adoptadas en la región se basan en planes preexistentes a la pandemia y perseveran por inercia en actividades regresivas para los ecosistemas. En este escenario, la urgencia de la crisis parece haber desplazado las agendas ambientales a un plano secundario.
Durante los últimos dos años, la región de América Latina y el Caribe (LAC) ha sido una de las más golpeadas por el coronavirus. Si bien se trata de un fenómeno que afecta al mundo entero –que registra una tasa de 667 muertes por millón-, nosotros hemos lamentado el fallecimiento de 2.363 personas en la misma proporción. Esto es 3,5 veces más que el resto del globo. A su vez, las economías también han resultado golpeadas, pues el PIB per cápita regional se contrajo un 6,8% y la deuda externa aumentó a 56,3% del PIB. Además, en materias ambientales, la tala ilegal se extendió de manera general, teniendo casos como Colombia, donde la superficie deforestada alcanzó un 83% más respecto de años anteriores. A partir de esas cifras, se estima que nuestra región ha retrocedido una década en relación a los avances logrados previamente.
En este escenario, ¿cómo evaluamos los planes y medidas que ha tomado nuestra región en materia de sostenibilidad? A partir del trabajo realizado desde la Alianza Latinoamérica Sostenible, conformada por Espacio Público (Chile), Ethos (México) y Transforma (Colombia), recopilado en el documento “Recuperación justa y resiliente en América Latina para enfrentar el cambio climático”, podemos plantear algunas ideas sobre el Contexto actual.
Mientras la región se caracteriza por una baja destinación de recursos a la reactivación económica en el corto plazo, se han descuidado aún más las acciones en el largo plazo. Además, gran parte de las medidas adoptadas se basan en planes preexistentes a la pandemia y perseveran por inercia en actividades regresivas para los ecosistemas. En este escenario, la urgencia de la crisis parece haber desplazado las agendas ambientales a un plano secundario.
Además, en materias ambientales, la tala ilegal se extendió de manera general, teniendo casos como Colombia, donde la superficie deforestada alcanzó un 83% más respecto de años anteriores.
Consecuencia de lo anterior, en términos de mitigación-adaptación al cambio climático, la región ha manifestado un nuevo retroceso. Pese a registrar una disminución durante el 2020, actualmente las emisiones de gases de efecto invernadero se encuentran creciendo a un ritmo que llevará a que en tres años se sobrepasen los niveles registrados en 2019. Del mismo modo, los planes y acciones de recuperación no desarrollan enfoques de inclusión social, descuidando a los segmentos más vulnerables de la población. Cabe remarcar que mujeres, jóvenes y campesinos han sido los más perjudicados por la pandemia y esto ha repercutido en un aumento de la desigualdad en nuestras naciones.
A modo de balance general, se puede constatar que las estrategias adoptadas por los gobiernos no abordan la necesidad de promover la resiliencia. Es posible que factores como el calentamiento global, la deforestación y pérdida de especies puedan causar futuros brotes de nuevas epidemias, del mismo modo que la desigualdad de los sistemas de salud en la región se correlaciona con el surgimiento de nuevas cepas de coronavirus. Y estos son sólo algunos motivos por los que dichos elementos deberían ser considerados con mayor importancia en nuestros planes de reactivación.
Es posible que factores como el calentamiento global, la deforestación y pérdida de especies puedan causar futuros brotes de nuevas epidemias, del mismo modo que la desigualdad de los sistemas de salud en la región se correlaciona con el surgimiento de nuevas cepas de coronavirus.
Por este motivo, es fundamental promover y adoptar una recuperación sostenible, que considere la justicia y la resiliencia como ejes centrales de la transición ecológica que necesita la región. Siendo la actual pandemia una verdadera catástrofe para nuestros países, abordar de manera planificada y coordinada medidas en el corto y largo plazo es esencial para enfrentar nuestras vulnerabilidades intrínsecas y, de hecho, se constituye como una oportunidad crucial para enfrentar uno de los desafíos más grandes en la actualidad: el cambio climático.
En este escenario, ¿cómo evaluamos los planes y medidas que ha tomado nuestra región en materia de sostenibilidad? A partir del trabajo realizado desde la Alianza Latinoamérica Sostenible, conformada por Espacio Público (Chile), Ethos (México) y Transforma (Colombia), recopilado en el documento “Recuperación justa y resiliente en América Latina para enfrentar el cambio climático”, podemos plantear algunas ideas sobre el Contexto actual.
Mientras la región se caracteriza por una baja destinación de recursos a la reactivación económica en el corto plazo, se han descuidado aún más las acciones en el largo plazo. Además, gran parte de las medidas adoptadas se basan en planes preexistentes a la pandemia y perseveran por inercia en actividades regresivas para los ecosistemas. En este escenario, la urgencia de la crisis parece haber desplazado las agendas ambientales a un plano secundario.
Además, en materias ambientales, la tala ilegal se extendió de manera general, teniendo casos como Colombia, donde la superficie deforestada alcanzó un 83% más respecto de años anteriores.
Consecuencia de lo anterior, en términos de mitigación-adaptación al cambio climático, la región ha manifestado un nuevo retroceso. Pese a registrar una disminución durante el 2020, actualmente las emisiones de gases de efecto invernadero se encuentran creciendo a un ritmo que llevará a que en tres años se sobrepasen los niveles registrados en 2019. Del mismo modo, los planes y acciones de recuperación no desarrollan enfoques de inclusión social, descuidando a los segmentos más vulnerables de la población. Cabe remarcar que mujeres, jóvenes y campesinos han sido los más perjudicados por la pandemia y esto ha repercutido en un aumento de la desigualdad en nuestras naciones.
A modo de balance general, se puede constatar que las estrategias adoptadas por los gobiernos no abordan la necesidad de promover la resiliencia. Es posible que factores como el calentamiento global, la deforestación y pérdida de especies puedan causar futuros brotes de nuevas epidemias, del mismo modo que la desigualdad de los sistemas de salud en la región se correlaciona con el surgimiento de nuevas cepas de coronavirus. Y estos son sólo algunos motivos por los que dichos elementos deberían ser considerados con mayor importancia en nuestros planes de reactivación.
Es posible que factores como el calentamiento global, la deforestación y pérdida de especies puedan causar futuros brotes de nuevas epidemias, del mismo modo que la desigualdad de los sistemas de salud en la región se correlaciona con el surgimiento de nuevas cepas de coronavirus.
Por este motivo, es fundamental promover y adoptar una recuperación sostenible, que considere la justicia y la resiliencia como ejes centrales de la transición ecológica que necesita la región. Siendo la actual pandemia una verdadera catástrofe para nuestros países, abordar de manera planificada y coordinada medidas en el corto y largo plazo es esencial para enfrentar nuestras vulnerabilidades intrínsecas y, de hecho, se constituye como una oportunidad crucial para enfrentar uno de los desafíos más grandes en la actualidad: el cambio climático.