
‘Perfora, nena, perfora’ (‘drill, baby, drill’). Con este eslogan, Trump ha promovido la extracción de combustibles fósiles y frenado el apoyo gubernamental a la transición energética en EE.UU. Esto impactará el comercio mundial, los flujos globales de capital y los precios de minerales como el cobre y el litio, lo que podría perjudicar a Chile. Pero hay otro canal por el que podría afectar a nuestra economía: la importación de su discurso por actores políticos nacionales.
El problema es que su narrativa no se ajusta a la realidad de nuestra economía. La transición hacia una matriz basada en energías limpias es una gran oportunidad de negocio para el desarrollo productivo de Chile. La relación entre costos y beneficios de fomentar la industria energética verde es mucho más favorable aquí que en el resto del mundo.
Por un lado, los costos son más bajos. La razón es clara: Chile no es un gran productor de combustibles fósiles, sino que los importa masivamente. Las compras de petróleo y gas superaron los 15 mil millones de dólares en 2023 (poco menos del 5% del PIB y más del 18% de las importaciones). Esto implica un costo de oportunidad menor.
A diferencia de EE.UU., fomentar la energía verde no provocará una caída significativa en las ventas de combustibles fósiles ni alejará en masa a los inversionistas en busca de una menor regulación. En vez de destruir una industria exportadora, estaríamos sustituyendo importaciones, fortaleciendo nuestra autonomía energética y reduciendo la vulnerabilidad de la inflación a factores globales.
Asimismo, los beneficios económicos potenciales son enormes. Chile posee una de las mayores fuentes de energías renovables del mundo, gracias a la alta radiación solar en el norte y los fuertes vientos en el sur. Esto nos daría acceso a una energía más barata que en otras regiones, impulsando industrias intensivas en su consumo y ofreciendo una ventaja competitiva a productos con certificación verde.
La minería, por ejemplo, requiere grandes cantidades de energía, y su transición a fuentes limpias podría fortalecer su posicionamiento en el mercado internacional. Lo mismo ocurre con la proliferación de data centers. También hay oportunidades en la desalinización, la producción de hidrógeno y la exportación de alimentos verdes. Si aprovechamos correctamente estos espacios podríamos aumentar la inversión y revitalizar el mercado de capitales, atrayendo inversionistas interesados en proyectos con impacto ambiental positivo.
La transición a una matriz energética limpia es una oportunidad de negocio redonda para Chile. A diferencia de otros países, no enfrentamos un trade-off, sino un win-win. Adoptar discursos extranjeros que ignoren esta realidad y frenen su desarrollo sólo dañará el crecimiento económico del país. Esa importación sí que debería estar sujeta a aranceles.