La creciente demanda por una reforma al sistema de pensiones ha sido empujada más por la ciudadanía que por la élite y las instituciones que regulan y participan en el sistema. De acuerdo a un estudio de Damián Vergara de Espacio Público, las bajas pensiones, tanto como fracción del salario previo como en relación a la expectativa que el propio sistema había creado, son parte esencial de este descontento ciudadano.
La candidatura de Sebastián Piñera propuso una serie de modificaciones tanto al pilar contributivo como al solidario, para subsanar los problemas del sistema. Seguramente, ellas serán parte de los proyectos de ley que la nueva administración ingrese al Congreso para su discusión.
Entre los cambios sugeridos en la campaña se cuentan elevar la cotización obligatoria, inyectar recursos al Pilar Solidario y diferenciar por edad los beneficios que este entrega. También, subsidiar las pensiones de quienes hayan cotizado más de un cierto número de años, premiar a quienes posterguen su jubilación más allá de la edad legal, permitiendo el retiro de una parte de los fondos adicionales acumulados, y admitir la entrada de nuevos actores al negocio del manejo de fondos previsionales.
Los supuestos sobre el comportamiento de las personas en los que descansan las políticas públicas a veces están errados. En el ámbito del ahorro previsional, el análisis tradicional supone que las personas planifican su jubilación desde temprano, consideran toda la información disponible -incluyendo los riesgos futuros, las características de todos los instrumentos que ofrece el mercado y los incentivos fiscales-, crean un plan de ahorro y lo siguen fielmente. En pocas palabras, supone que las personas toman decisiones activas respecto de su pensión.
Sin embargo, la evidencia académica que muestra que las personas son pasivas cuando se trata de ahorrar para su jubilación es contundente. Probablemente, ya son cientos los trabajos publicados que una y otra vez muestran que las personas no planifican -y si lo hacen, no siguen sus propios planes-, y que escasamente responden a nueva información y a subsidios. Cuando se trata de elegir en pensiones, la respuesta es no elegir.
Un estudio académico reciente que ilustra muy bien estos hallazgos es un trabajo de Raj Chetty, profesor de la Universidad de Stanford, y sus colaboradores. El estudio analiza la respuesta de la totalidad de los trabajadores daneses por un plazo de 14 años a dos mecanismos alternativos para promover el ahorro previsional.
Uno de ellos consiste en subsidios y premios al ahorro previsional financiados con fondos públicos. El otro es la exposición de los trabajadores a planes de ahorro de contribución automática ofrecidos por sus empleadores -esto es, a planes que elevan la acumulación si las personas no realizan acción alguna-. El estudio analiza la respuesta de los trabajadores a cambios en las condiciones de estos dos mecanismos de promoción del ahorro.
El análisis concluye que un 85% de los trabajadores en Dinamarca actúa de manera pasiva cuando se trata de ahorrar para su jubilación. Esto es, que ellos no responden a los subsidios fiscales, pero que sí son inducidos a ahorrar más cuando la contribución es automática y no requiere que tomen ninguna decisión o acción. Quienes sí responden a los subsidios, por lo general, lo hacen reduciendo otras formas de ahorro; así obtienen beneficios fiscales sin generar nueva acumulación.
De este modo, las políticas que descansan en que los individuos tomen decisiones y realicen acciones para elevar el ahorro tienen un efecto significativamente menor que aquellas políticas en las que el ahorro sucede de manera automática. Es más, el efecto de los subsidios y premios es casi nulo. Las políticas de ahorro automático son, además, muchísimo más baratas de implementar desde el punto de fiscal, pues no requieren de subsidios.
Un resultado interesante del trabajo de Chetty y colaboradores es quiénes conforman ese 15% que sí reacciona a los incentivos del Estado: se trata de personas de alto patrimonio en relación a su ingreso, y de mayor edad y educación. Entre ellos, los más sensibles a las políticas de subsidios son quienes han estudiado economía, contabilidad o finanzas. Probablemente, este es el perfil de quienes diseñan este tipo de políticas, quienes lo hacen pensando en que el resto de la población responderá activamente a todo incentivo tal como lo hacen ellos.
Sabemos lo suficiente como para entender que una reforma que insista en que las personas se motivarán a elevar su ahorro previsional, vía subsidios y premios, está condenada a generar efectos poco relevantes. Ello cobra mayor relevancia en un contexto de estrechez fiscal como el actual y, además, arriesga seguir aplazando el problema de las bajas pensiones y de la escasa legitimidad del sistema.