El informe de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es una radiografía profunda de la sociedad chilena. El estudio nos muestra una ciudadanía disconforme con la evolución de Chile en los últimos cinco años (59% señala que el país ha empeorado) y pesimista respecto a lo que pasará en el próximo quinquenio (sólo un 27% cree que el país mejorará). Lo anterior despierta emociones negativas en las personas; crecen la preocupación, el miedo y la rabia. Aun así, la mayoría (67%) continúa anhelando cambios respecto a la situación actual y anterior del país, al tiempo que un porcentaje relevante (57%) privilegia la gradualidad de las transformaciones.
El informe alerta sobre una deteriorada relación entre la ciudadanía y las élites. Para las personas, la negativa realidad tiene culpables claros: los líderes políticos y el gran empresariado. En su opinión, dichos grupos priorizan sus propios intereses electorales y económicos por sobre el bien común, sumidos en luchas internas que bloquean cualquier proyecto de cambio. La desilusión de las promesas incumplidas es tal que contamina la evaluación ciudadana de las medidas implementadas en los últimos años que han generado impactos positivos en la calidad de vida.
La desconexión entre la ciudadanía y las élites queda aún más clara al analizar las narrativas que dividen a esta última. En contraste con una población con baja identificación política, prácticamente la totalidad de las élites se posiciona en el eje derecha-izquierda. Las dicotomías que tan fuertemente guían el debate público (Estado/mercado, solidaridad/competencia) son sólo relevantes para quienes intervienen en él; la ciudadanía tiene una concepción matizada y compleja de la colaboración público-privada. No debe sorprendernos entonces que las personas miren con extrañeza y rechazo a unas élites que se atrincheran en posiciones ideológicas y disputas de suma cero, mientras las reformas que aliviarían sus preocupaciones (pensiones, salud, etc.) siguen entrampadas.
El informe del PNUD es un fuerte llamado de atención para todos quienes tenemos algún grado de injerencia en el debate público. Las distintas élites chilenas debemos hacernos conscientes de nuestra desconexión con el sentir ciudadano y cambiar la forma en que procesamos nuestros conflictos. Ello exige tomar en serio nuestro rol público, transparentando y haciendo más participativos los procesos de toma de decisión. Al mismo tiempo, debemos aceptar que las diferencias existentes dentro de las élites son legítimas y no nos queda más que convivir con ellas. Con pragmatismo, debemos estar dispuestos a llegar a acuerdos específicos sobre temáticas concretas que permitan ir avanzando paso a paso- en las transformaciones que nuestro país necesita con urgencia.