¿Cómo dos personas destacadas pueden llegar a establecer posiciones antagónicas sobre la realidad política? Una de las razones que podría explicarlo es la polarización de grupos; es decir, sus enfoques se radicalizan cuando solo conversan con quienes piensan igual a ellos, confirmando de paso sus propios prejuicios.
Es lo que dan cuenta dos entrevistas de este fin de semana. Una, la del alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, quien, luego de condenar la violencia, señala que en las actuales condiciones el ‘pueblo tiene derecho a defenderse’. Otra, la de Arturo Cifuentes, académico de la Universidad Católica, quien señaló que lo ocurrido tras el 18 de octubre es equivalente a un golpe de Estado.
Ambas son posiciones en algún sentido emocionales sobre la política, lo cual es irónico en personas que exhiben gran racionalidad en sus ámbitos. Mientras Jadue es un destacado alcalde, exponente de innovadoras iniciativas que han sido replicadas en otros municipios y que demuestran que es posible realizar una gestión pública eficiente y transformadora, su explicación sobre la violencia desconoce una cuestión elemental para que funcione la democracia: la fuerza legítima se la entregamos al Estado y el derecho a rebelión solo opera frente a gobernantes ilegítimos en su origen o ejercicio, de modo que autorizan la desobediencia civil y la insurrección para acabar con la opresión. Lo que vivimos hoy en Chile es distinto. Es el resultado de las movilizaciones sociales para realizar un proceso de transformación constitucional mediante el voto, no la fuerza, que permita construir un proyecto social de consenso.
Por su parte, creo que Cifuentes confunde las dinámicas de la política. Es un reconocido experto en finanzas, que tuvo una destacada trayectoria profesional en Estados Unidos, pero que, sobre todo, tiene perfecto conocimiento sobre el origen de la crisis financiera de 2008, la que para muchos explica por qué la democracia liberal ha caído en descrédito, provocando las movilizaciones de la última década contra la clase dirigente en diversas partes del mundo, y alentando, además, los populismos. Lo que él llama golpe de Estado no son sino los afanes de la democracia, y el plebiscito no es otra cosa que la única manifestación creíble de la voluntad colectiva en condiciones de igualdad.
Entre Jadue y Cifuentes, por cierto, existe gran cantidad de matices, pero lo que sí pareciera estar claro es que así como no están las condiciones para sostener el derecho a la rebelión, tampoco se ha producido un golpe de Estado. Es simple: es la necesaria e indispensable evolución de nuestra democracia por el único medio legítimo, el voto, y para eso necesitamos una deliberación leal entre personas distintas.