El ajuste macro por el que pasa la economía ha ido mostrando sus efectos. Luego de los excesos del 2021 y sus consecuencias, la perspectiva es que el país experimentará varios trimestres de caída en la actividad. Retrasar el ajuste no era una opción, pues los costos habrían sido mayores. Pero, lamentablemente, el proceso igualmente afecta el bienestar de los hogares, que enfrentan alzas en el costo de la vida y menores oportunidades de generación autónoma de ingresos.
Si bien la ocupación ha seguido creciendo de acuerdo con las mediciones del INE, ya se nota un menor dinamismo. Esto, a pesar de que el empleo total aún no recupera los niveles de hace tres años, antes del estallido social. Al mismo tiempo, y como suele suceder cuando la actividad se enlentece, la relevancia del empleo informal y por cuenta propia se ha elevado en desmedro del formal. Asimismo, las ofertas de puestos de trabajo se han reducido.
En este contexto, el Gobierno ha extendido la entrega del subsidio IFE Laboral hasta marzo próximo, programa que entrega hasta $300 mil por tres meses a trabajadores cesantes recién contratados. También extendió el subsidio Protege, que otorga $200 mil por tres meses a madres y padres de niños pequeños, que trabajan y que no tienen acceso a sala cuna.
Estos instrumentos se crearon durante el 2021 con el objetivo de apoyar el retorno al trabajo formal de personas activas, luego de las cuarentenas. En ese entonces, la economía crecía rápidamente, al igual que la demanda de trabajo por parte de las empresas. El freno a la recuperación del empleo estaba dado por la oferta y no por la escasez de vacantes.
La situación es distinta hoy y, por lo tanto, los instrumentos que se requieren son otros. El IFE Laboral y también el Ingreso Mínimo Garantizado, cuyos recursos aumentaron enormemente en la Ley de Presupuesto recién aprobada, entregan fondos a los trabajadores que encuentran un empleo formal, pero no apoyan a los empleadores mitigando los costos de contratación. El Subsidio al Empleo Joven (SEJ) y el Bono al Trabajo de la Mujer (BTM) parecen mejores herramientas hoy, pues apoyan a ambas partes de la relación laboral. Lamentablemente, son muy pequeños y no ofrecen los recursos ni la cobertura que requieren las circunstancias.
Asimismo, es interesante notar que no solo la ocupación hoy es menor que hace años atrás. También lo es la fuerza laboral; esto es, hay menos personas en edad de trabajar con un empleo o que están buscando activamente uno. Los datos de la Encuesta de Empleo del INE muestran que mientras el número de ocupados es alrededor de un 1% menor que hace tres años, la cantidad de personas en edad de trabajar que está fuera de la fuerza laboral creció en un 12% (17% en hombres y 10% en mujeres, aproximadamente).
Al explicar los motivos por los cuales no participan en el mercado laboral, los encuestados no aducen razones asociadas al desaliento —que se cansaron de buscar empleo porque creen que no lo encontrarán—. Al contrario, por lejos la causa más frecuente es motivos de salud permanentes. Esto es, alrededor de un tercio del alza en el número de personas que no participan es explicada por un aumento en los individuos que indican que su salud les impide trabajar. La probabilidad de entregar esta razón crece, naturalmente, con la edad, y es mayor entre los grupos de menor educación. Es muy importante dilucidar qué hay detrás (¿Covid prolongado? ¿Deterioro en la salud mental?), pues si bien sabemos que parte del alza en las licencias médicas se debe a fraude, limitaciones de salud reales pueden estar detrás de ambos fenómenos.
La jubilación es el segundo motivo que explicaría el mayor nivel de personas fuera de la fuerza laboral. Por cierto, el cuidado de otros también muestra relevancia particular entre las mujeres, con mayores probabilidades entre aquellas en torno a los 50 y 59 años de edad, y las que han alcanzado a lo más la educación media.
No cabe duda de que es necesario recuperar y cuidar el empleo. Para ello es importante poner atención en dónde están los rezagos y sus razones. Algunos se relacionan con factores coyunturales asociados al ciclo económico. Para ellos parece razonable fortalecer el SEJ y BTM que, por su propio diseño, tienen buena chance de ser efectivos en cualquier coyuntura.
Otros guardan relación con condiciones estructurales que dificultan la participación laboral y el empleo de ciertos grupos que hay que comprender mejor y atender. El sistema de capacitación e intermediación laboral y la provisión de salas cuna requieren reformas que han sido largamente dilatadas. Más recientemente, entender mejor qué ha sucedido con la salud de los trabajadores y hacerse cargo de ella se ha vuelto también una tarea urgente.