Parte de la derecha ha notificado al país que no están las condiciones para realizar el plebiscito constituyente de abril, pues la violencia se encontraría desatada. El senador Allamand fue un poco más allá: sostuvo en una entrevista del fin de semana que los años 2020 y 2021 se parecerán a 1972 y 1973. Esa afirmación es sencillamente irresponsable.
Uno de los problemas centrales de este sector es que no logra distinguir entre el derecho a la protesta, la desobediencia civil, los delitos que afectan personas o bienes y la sedición que puede amenazar la democracia. Para esa derecha todo es lo lo mismo, lo que les impide realizar las elementales distinciones de gravedad que el derecho y la política exigen para repudiar el matonaje, el pillaje y la coacción ilegítima.
Esta claridad es indispensable en tiempos de perturbaciones. Como ha venido señalando desde hace algunos años el Foro Económico Mundial que se reúne cada enero en Davos, una de las claves para garantizar el buen gobierno hacia el futuro es gestionar las turbulencias políticas, cada vez más frecuentes. El origen de estas se encuentra en las pugnas de ciudadanos con la autoridad que los representa, producto de una fractura en el pacto social. Responder a esas demandas solo con transparencia no trae automáticamente legitimidad, entre otras razones porque a las personas no les gusta lo que comienzan a ver.
Especialmente cuando los ciudadanos no solo son más críticos, sino que también más escépticos y desconfiados frente al poder. Distintas experiencias en el mundo, incluso en aquellos países culturalmente destacados por su orden, han demostrado que hechos aparentemente menores pueden de manera impredecible liquidar la autoridad.
Por eso, la clave del período que vivimos es tratar de que la política recobre esa legitimidad, la que no puede descansar simplemente en elementos formales. La encuesta Espacio Público- Ipsos realizada en plenas movilizaciones destacaba que las personas demandan liderazgos empáticos. Así, de esta crisis sobrevivirán, como ha anticipado el exclusivo club que se reúne en Suiza, quienes sean capaces de crear una gobernanza participativa y concretar políticas públicas que lleguen tanto a ciudadanos altamente educados y socialmente comprometidos como a aquellos que han sido marginados.
Por eso el proceso constituyente no solo es una oportunidad para el país; lo es también para la supervivencia de la propia clase política que representa Allamand.
El próximo 21 de enero comenzará una nueva reunión de los lideres económicos en Davos. Quizá haría bien que el senador pueda estar atento a las discuciones que ocurrirán en esa fría ciudad. De segura se sorprenderá de las ideas de quienes no podría calificar como violentistas desatados.