Beatriz Sánchez cambió su registro electoral a Viña del Mar y se ha paseado por la ciudad insinuando que podría ir por la alcaldía. Al frente tiene a Virginia Reginato, un emblema de la UDI, pinochetista declarada, y casi tan popular como algunos artistas que invita a su festival.
Pero lo que está en juego es bastante más importante que una pelea de rostros y coaliciones. Los cuatro períodos de Reginato tienen a Viña sumida en una crisis de proporciones, con deudas millonarias e informes de la Contraloría que dan cuenta de graves irregularidades. A ello se suma el severo deterioro urbano de una ‘ciudad jardín’ que, en varios puntos, se parece a Recoleta: calles y veredas destruidas, edificios patrimoniales dañados, autos estacionados en cualquier parte y áreas verdes sin mantención, como las plazas Colombia y O’Higgins, o el parque Sausalito. Más grave es la situación de los cerros, donde miles de familias viven en campamentos, sin transporte público, agua potable o alcantarillado, y expuestas a incendios forestales.
Por estas razones, Reginato fue la alcaldesa peor evaluada de la región, en una encuesta del centro de estudios ‘Piensa’, y debió esconderse en el último festival para no ser pifiada. Por primera vez en 15 años es vulnerable electoralmente, así que Sánchez, u otra figura del Frente Amplio (FA), con carisma y una buena campaña, puede ganar esta elección, como ocurrió en Providencia, aunque acá no pueden repetir los errores de Josefa Errázuriz.
Viña del Mar no es un laboratorio para testear nuevos modelos para Chile. No servirá la moralina, ni la retórica refundacional del FA, ya que el alcalde deberá abocarse desde el día uno a resolver problemas concretos que afectan la calidad de vida de sus vecinos y a tomar decisiones difíciles que Reginato postergó por años, como controlar el comercio ambulante, regular estacionamientos o ponerle freno a locales nocturnos, que hacen estragos en la Población Vergara.
Además debe diseñar un plan para reducir la deuda y aumentar los ingresos, así que el FA deberá atraer inversión privada y empujar proyectos estratégicos que saquen a la ciudad de su estancamiento. Una prioridad es recuperar el centro y el estero, transformado en un basural, y otra es urbanizar los campamentos de Reñaca Alto y Forestal. Y sin plata, el municipio estará obligado a tener buenas relaciones con el gobierno central, por lo que sus duras críticas al duopolio debieran temperarse. Como vemos, Reginato ya no es la estrella imbatible de antaño. El Frente Amplio tiene una oportunidad de ganar una alcaldía emblemática, pero deberá demostrar que puede jugar en las ligas mayores, lejos de la comodidad del Congreso o la rebeldía inocua de las redes sociales.
En la batalla de Viña, la cosa es con guitarra, y con un público que no aguanta más improvisaciones.