Hay un conflicto ineludible entre los ideales democráticos y la idea platónica de un gobierno de sabios. Aunque es importante contar con instituciones no mayoritarias que defiendan los derechos de minorías y el respeto a las normas, éstas suelen tener espacios de acción acotados. Al contrario, la tradición constitucional chilena solo tiene ejemplos de instancias sofocráticas (gobierno de sabios) que redactan textos constitucionales, hasta ahora.
Crecientemente se escucha, entre los pasillos del Rechazo, la idea de una comisión de expertos que se haga cargo de redactar una nueva propuesta. Esta idea se alimenta de una seguidilla de encuestas que muestran que esta propuesta es la que despierta mayor simpatía en la opinión pública. Pero, creo, detrás de esta idea se esconden dos posiciones poco compatibles con la idea de que el proceso constituyente se reanude.
Por una parte, “los expertos” (que de forma consistente se presentan en masculino, no de forma casual) pueden ser una idea tan atractiva como ilusa. Existe entre cierto público una noción de que la experticia es una fórmula que evita los posibles sesgos de la ideología. Se habla de “los expertos”, algunas veces confundidos con “los académicos”, como seres ecuánimes, balanceados. Detrás de la idea de la búsqueda de la verdad se esconde un deseo de que la experticia se despoje de subjetivismo, como buscando una comisión de eunucos ideológicos. Pero eso no es experticia, es tecnocracia. Y una Constitución no es técnica, sino política.
La otra razón para proponer una comisión de “expertos” es, precisamente, que no va a ocurrir. Los cuoteos políticos, presentes a todo nivel de poder en Chile, van a construir a esa comisión en un reflejo de las fuerzas políticas tradicionales que condujeron a la crisis institucional que tenemos. La otra opción es que ese cuoteo se vuelva tan poco pudoroso que termine en nada. Y ese parece ser el objetivo principal de algunos, que todo vuelva a ser como antes, a pesar de sus riesgos.
Según los sondeos de Espacio Público, la principal crítica de la ciudadanía al proceso ha sido la falta de representatividad de la Convención y la poca disposición al diálogo que hubo entre sus miembros. Eso no se soluciona convocando a “expertos”, como puede dar fe cualquiera que participe de las reuniones de los departamentos académicos. Al contrario, es una forma de sacar la discusión constitucional de la ciudadanía y radicarla en salones cerrados, una vez más. Si la crítica es falta de representatividad, entonces la solución -de ganar el Rechazo- es crear una instancia que goce aún más de ella.
Aquí es donde se miden las verdaderas intenciones de quienes dicen que la Constitución actual está muerta. Si son sinceras sus intenciones de continuar el proceso constituyente con el objetivo de reemplazar el texto actual, entonces debe hacerse sobre iniciativas que fortalezcan la participación y representatividad. Que “los expertos” apoyen, pero no lideren.