«La paralización de la licitación de Transantiago ordenada por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, era un riesgo esperable que alertamos en Espacio Público cuando detectamos barreras de entrada para nuevos competidores, como el hecho que los terminales fueran de los actuales operadores.
Por ello propusimos que estos terminales fueran expropiados por el Estado o comprados a particulares donde existen terrenos disponibles y normativas favorables. Ésta será la primera tarea del próximo gobierno y debiera comenzarla pronto, ya que es un proceso lento y complejo.
Además, debe corregir algunas deficiencias de las bases como el sistema de pago a los operadores, que vuelve a depender de los kilómetros recorridos y no de los pasajeros transportados. Esta fórmula demostró su fracaso en la primera licitación de Transantiago, siendo un pésimo incentivo para que las empresas capten pasajeros o pasen a tiempo por los paraderos, que son los reclamos más comunes de los usuarios.
Los ingresos deben depender de los pasajeros transportados, eliminando la figura de las «revisiones programadas», un sistema nefasto que permite que las empresas de buses exijan más aportes fiscales si sus ingresos bajan por un mal servicio, y que ha terminado premiando a los peores operadores del sistema.
La entrega de recursos fiscales es el tema crítico a resolver. Hasta ahora los gobiernos han pasado varias leyes para aumentar el subsidio sin que ello se traduzca en una mejor atención a los pasajeros. En los hechos, tanto el subsidio como las revisiones programadas, han sido aprovechados por las empresas más grandes para exigir aportes a cambio de no quebrar y generar un colapso de proporciones en Santiago.
El nuevo gobierno debe cortar esta lógica perversa. Las nuevas bases deben asociar la entrega de recursos a evaluaciones sociales y metas de desempeño, con una fiscalización exhaustiva, alternativas de reemplazo para las empresas que no cumplen y una estrategia integral para controlar la evasión.
En paralelo, el nuevo gobierno debe cumplir con su promesa de reemplazar el sistema troncal de Transantiago por una red basada en «rieles» donde los buses operan como alimentadores, complementados con taxis colectivos y bicicletas. Ello implica desarrollar las ingenierías de cinco líneas de Metro e iniciar la construcción de los trenes a Maipú-Melipilla y Renca-Lampa, que ya tienen diseños avanzados.
Lo mismo aplica en las regiones invisibilizadas por la atención que demanda el Transantiago. Es clave ampliar la red del Merval en el Gran Valparaíso, reforzada con nuevos ascensores y teleféricos. También se requieren nuevas líneas en el Biovías del Gran Concepción y trenes de cercanía entre Puerto Montt y Puerto Varas, La Serena- Coquimb o o Temuco-Lautaro.
Como vemos, este tropiezo del Transantiago debe ser visto como una oportunidad para mejorar la calidad del transporte público, en una escala acorde con la enorme cantidad de recursos fiscales comprometidos para los próximos años.»