Mientras las imágenes iniciales del día de ayer eran manifestación de la diversidad que configura la Convención Constitucional, y los representantes de los pueblos indígenas ingresaban al edificio del Congreso con el orgullo de su historia, escaramuzas entre manifestantes y la policía permitían sostener a algunos que la instalación de la Convención estaba en riesgo. Sin embargo, una funcionaria del Estado designada para llevar a cabo el proceso de instalación, la secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel), Carmen Gloria Valladares, con el oficio y el compromiso que otorgan los años de desempeño en la función pública, logró —sin imposiciones de ningún tipo, sino que simplemente utilizando las formas republicanas— persuadir sobre la trascendencia de la ceremonia, y dotó al momento de la aceptación del cargo de los convencionales de un significado histórico.
Luego de eso, los constituyentes, funcionando como tales y respetando las ritualidades promovidas por Valladares, desarrollaron la votación para la presidencia de la Convención. A su lado, Arturo Lagos, otro funcionario del Tricel, oficiaba de secretario para certificar los resultados.
Valladares y Lagos son fieles representantes de esa función pública que a ratos incómoda a la política. Aquella que entiende que lo relevante es rescatar las tradiciones institucionales de la democracia, que la literalidad de las reglas debe adaptarse a los momentos que enfrentan, y que para eso es conveniente tomarse el tiempo necesario para explicar la racionalidad de los fines perseguidos. Fueron las aclaraciones sucesivas de Valladares, para cada etapa de lo vivido el día de ayer, las que le dieron coherencia a las iniciales formas institucionales de la Convención y demostraron la importancia de éstas para la legitimidad del proceso que comienza.
Cuando Carmen Gloria Valladares proclamó a Elisa Loncón como presidenta de la Convención, el emocionante discurso de esta última reivindicó la importancia de esas formas, cuando afirmó que se estaban instalando ahí ‘una manera de ser plural, una manera de ser democrático, una manera de ser participativos’. Ese momento, quizás, resume bien el optimismo de nuestro futuro. A veces en momentos difíciles, las actuaciones de las personas más inesperadas logran conducir nuestra vida republicana, recordándonos que debemos decidir juntos aceptando nuestra diversidad.
El éxito de la democracia depende en buena parte del modo en que resolvemos nuestros desacuerdos, especialmente entre quienes poseen profundas diferencias y desconfianzas. La instalación de la Convención el día de ayer es el mejor ejemplo de la importancia que tiene actuar con esa manera de ser plural, democrático y participativo.