A partir de la crisis que vivimos, diversas voces hablan de la necesidad de hacer reformas en Carabineros, en un escenario en el que se han evidenciado problemas profundos en su trabajo. En esta dirección, el gobierno tendría interés en darle mayor impulso al proyecto que se discute en el Congreso (Boletín 12.250-25) que mejoraría, entre otras cosas, los deberes de rendición de cuentas, de planificación estratégica institucional y de sujeción a la autoridad civil de ambas policías.
Siendo medidas indispensables, no parecen suficientes para abordar lo que representa uno de los mayores desafíos para las policías, pero especialmente Carabineros, a largo plazo. Ya hace algún tiempo, los niveles de confianza ciudadana en Carabineros se han venido desplomando a partir de casos como ‘Pacogate’ ‘Operación Huracán’ y ‘Catrillanca’, y esto se ha incrementado de manera significativa en amplios grupos de la población. Un estado de derecho supone que sus policías cuenten con niveles importantes de legitimidad, credibilidad y confianza en la ciudadanía. No es una buena noticia entonces lo que ha venido ocurriendo.
En este contexto, será difícil que logremos niveles de confianza, credibilidad y legitimidad como los que históricamente tuvo Carabineros, si no estamos abiertos a iniciar una discusión profunda acerca del tipo de policía que queremos para el futuro. Esto debiera llevar a examinar algunas premisas básicas sobre las cuales se ha estructurado Carabineros y que hasta ahora perecían intocables, como también la forma en que debiera relacionarse con la comunidad. Es una discusión compleja, que debe abordarse sin prejuicios. No sugiero una única solución, hay varias posibles, pero sí llamar la atención sobre la necesidad de iniciar esta conversación que ha sido postergada.