Cuando se creó el sistema de pensiones, la principal novedad no era que fuera de contribución definida y que nuestra pensión dependiera de lo que ahorramos y su rentabilidad: lo nuevo era que los cotizantes pudieran ‘votar con los pies’ respecto a qué AFP les prestaría el servicio. Charles Tiebout —el economista estadounidense que acuñó este concepto a propósito de la posibilidad que tenían los ciudadanos de elegir el municipio donde vivir, de acuerdo con sus preferencias de bienes públicos locales— probablemente nunca imaginó que su idea se emplearía para justificar un sistema de pensiones.
Peter Diamond, premio Nobel de Economía, señaló respecto del modelo de pensiones chileno que la elección de opciones previsionales adolecía de las mismas falencias que existían en los mercados de anualidades voluntarias, con elevados costos, debido a la escasa disciplina competitiva que generaba el ‘votar con los pies’, por las elevadas asimetrías de información y la limitada racionalidad de los compradores. ‘Votar con los pies’ también se aplicaba a la compra de la renta vitalicia. Esto costaba, en comisiones de intermediación, casi un 4% de lo ahorrado en toda la vida activa del pensionado. En la reforma de mercado de capitales de 1993, la licitación obligatoria fue rechazada en el Senado. Tomó 10 años vencer el lobby de la industria y aprobar un sistema de licitación obligatorio.
Con el tiempo, se ha intentado corregir la escasa disciplina competitiva que implicaba ‘votar con los pies’ respecto de las comisiones de las AFP. En la reforma previsional de 2008 se estableció una licitación de los nuevos afiliados y se hicieron propuestas razonables para extender las menores comisiones de las licitaciones al conjunto del sistema. Sin embargo, nuevamente dichas propuestas no fueron aprobadas en el Congreso y las rentabilidades de las administradoras se mantuvieron muy por sobre el nivel de competencia. La fe ciega en la racionalidad individual llevó a establecer el sistema de multifondos. Esto llevó al ‘boom’ de los asesores previsionales, que al igual que los de rentas vitalicias, le cuestan muchos recursos a todo el sistema de pensiones.
Los problemas del sistema de AFP son múltiples y pudieron haberse corregido hace años. Sin embargo, las bajas pensiones se explican sólo muy parcialmente por el funcionamiento de las AFP. Aspectos como las lagunas previsionales y baja cotización son las principales razones.
‘Votar con los pies’ genera distorsiones tan relevantes que deben corregirse de raíz. La ley tiene que definir el tipo de fondo para cada cotizante según su edad y opciones de cambio muy limitadas. No soy partidario de un esquema de reparto. Se debe mantener la capitalización individual con un sistema único de recaudación y administración de pagos con cuentas individuales nocionales en que las AFP compitan por la administración de carteras. Asimismo, es prioritario fortalecer el pilar solidario financiado principalmente con una reforma tributaria que reduzca las exenciones y elusiones.