Todos hemos pensado alguna vez en renegociar un crédito. Ello supone llegar a un acuerdo con nuestro banco para disminuir la cuota mensual, a cambio de extender el plazo. Esa disminución en la cuota mensual terminamos pagándola nosotros mismos, aunque más adelante. Ahora bien, suele suceder que la renegociación viene motivada por la enfermedad de un miembro de la familia, arreglos en el hogar que se hacen impostergables, o algún otro imprevisto que nos obliga a privilegiar el consumo presente. El principal problema con renegociar un crédito es precisamente ese: limita nuestras posibilidades de consumo futuro.
Algo similar sucede con la renegociación de las tarifas para autopistas urbanas que propuso el Gobierno. En síntesis, la idea sería modificar los mecanismos de reajuste para evitar que las tarifas continúen aumentando a un ritmo más rápido que la inflación. Como la modificación de los contratos requiere del acuerdo de las concesionarias, la contraprestación consistiría en aumentar el plazo de la concesión. Al igual que en la renegociación de un crédito personal, el Gobierno propone privilegiar el consumo presente a costa de sacrificar nuestra disponibilidad de ingresos en el futuro.
Pero también existen dos diferencias importantes entre ambas situaciones. Para empezar, quienes disfrutan de los beneficios asociados a disminuir las tarifas de las autopistas no son los mismos que deberán pagar los costos. Cuando termina la concesión de una autopista, el Estado puede volver a licitar su explotación y así recaudar fondos para construir una nueva infraestructura o financiar gasto social. Por ello, somos todos los contribuyentes quienes pagamos los costos de extender el plazo de una concesión, mientras que los beneficios de disminuir las tarifas solo serán disfrutados por los usuarios de las autopistas. Peor todavía, quienes más gastan en esas tarifas son sectores relativamente más ricos, por lo que se trata de una medida regresiva.
Luego, cuando renegociamos un crédito, generalmente podemos elegir entre seguir con el mismo banco o cambiarnos a otro. Ello mejora nuestra capacidad para encontrar buenas tasas de interés. Al contrario, las renegociaciones de concesiones solamente incluyen a la empresa incumbente y muchas veces son opacas. La experiencia de nuestro país en otras renegociaciones de autopistas muestra que la ausencia de competencia genera tarifas demasiado altas.
Aunque renegociar las concesiones de autopistas urbanas seguramente sea una medida popular, el Gobierno debe tener en cuenta que ello supone comprometer ingresos fiscales futuros de una manera ineficiente y regresiva.