Tanto en los partidos de la derecha como de la ex Nueva Mayoría hay un vacío existencial. Enfrentados a contiendas electorales, la ciudadanía ha mostrado que ya no confía en ellos. En la lista de derrotados no se incluyen todos los partidos políticos, pero sí los partidos que administraron el poder desde el fin de la dictadura.
Por la izquierda, la cantidad de votos de la primaria sugieren que lograron convocar fuera de su electorado tradicional. Tal como ha ocurrido en otras democracias en el mundo, los ideales de la socialdemocracia siguen vivos, pero con otros intérpretes. Las izquierdas y los partidos verdes han ido, poco a poco, ocupando esos espacios con formas y contenidos más transformadores. El cambio climático, el feminismo y la importancia de los territorios fueron, precisamente, los ejes de la campaña ganadora de Boric.
Por la derecha, ganó el candidato que no cargaba con el peso de los partidos asociados al rechazo. Incluso, lograron romper el magro 22% que el sector se desfondó en mayo. Las estructuras tradicionales de la derecha quedaron pegadas en el plebiscito de octubre de 2020, mientras que su electorado avanzó al 2021.
El país se izquierdizó, o más bien, se sinceró. Por años, el discurso en medios de comunicación y élites ha estado a contrapelo de la ciudadanía. Cuando hay mayorías aplastantes a favor de derechos reproductivos y matrimonio igualitario, los medios muestran un panorama más conservador. Cuando la ciudadanía quiere mayor presencia del Estado en la provisión de derechos sociales, las élites políticas y económicas llaman a la alerta y han acusado populismo. Demanda tras demanda, la imagen oficial ha sido distinta a la que prefiere la mayoría. Hasta ahora.
La barrera que cerraba el acceso al discurso oficial se desbordó. Desde el plebiscito de octubre de 2020, el pueblo se ha manifestado a favor de transformaciones profundas, en contra del control de las élites que mantenían capturado el poder, y con esperanza por nuevas formas de acción política. La evidencia muestra que la ciudadanía se ha ido repolitizando, con nuevos códigos y nuevas expectativas.
Por último, un mea culpa. Algunos vimos con angustia la decisión del FA de mirar hacia el PC en busca de alianzas. Pensamos que, con ello, se estrechaba el proyecto original que buscaba superar, desde la izquierda, al consenso progresista de la Concertación. Pero al momento de hacer esa reflexión, no contábamos con la genialidad que logró mostrar Gabriel Boric en las últimas semanas.
Lo deberíamos haber visto venir. Desde su firma rebelde al acuerdo del 15 de noviembre de 2019, donde su partido no lo acompañó – pero sí lo hicieron Revolución Democrática y el Partido Liberal- Boric ha mostrado una capacidad de nadar contra la corriente cuando es necesario. No ha sido un camino fácil, con ataques desde fuera (¿aún existe Pamela Jiles?) y desde dentro, ha sabido construir una épica mucho más convocante y humilde de lo que históricamente se asociaba al FA. Hay pocas veces en que da gusto equivocarse, esta es una de ellas.