EI fin de semana un medio de comunicación reporteó que Ricardo Palma Salamanca, prófugo de la justicia chilena por el asesinato del senador Jaime Guzmán y del secuestro de Cristián Edwards y a quien recientemente Francia le otorgó la calidad de asilado, se habría reunido privadamente con los diputados Gabriel Boric y Maite Orsini, ambos del Frente Amplio.
Ninguno de los dos hizo pública esta reunión, ni siquiera a sus propios partidos. De acuerdo a sus declaraciones, si bien condenan dicho asesinato, querían escuchar la versión de Palma Salamanca sobre su proceso judicial, concluyendo que en ese momento no regía un estado de derecho, su declaración habría sido otorgada bajo tortura y correspondía un nuevo juicio. La revelación de esta reunión ha generado una amplia cobertura en medios y el pronunciamiento de diversos actores.
Por un lado, varios representantes de la derecha criticaron enérgicamente esta cita e incluso algunos señalan que debería solicitarse la remoción de los diputados, por atentar contra el honor del país. Otros han sido menos críticos y, para muchos buscando la teoría del empate, acusan a la derecha de hacer lo mismo con Pinochet y los condenados en Punta Peuco.
Más allá de si la reunión fue prudente o no, creo que se habría esperado de ambos parlamentarios que fueran transparentes con la ciudadanía y, principalmente, sus electores, haciéndola pública y explicando las razones que los llevaron a reunirse con Palma Salamanca. Nuestras autoridades públicas, particularmente las que nos representan en el Congreso, deben tener un alto estándar de rendición de cuentas.
En una democracia consolidada es lo que se espera, y serán los electores en una próxima elección los que decidirán si este hecho fue o no correcto. Por otra parte, la crítica y escrutinio del actuar de nuestros parlamentarios es algo no sólo propio, sino deseable en una democracia, pero esto no es lo mismo que hacer uso político para revanchas o buscar «empates’: Lo último solo debilita nuestra democracia ante una ciudadanía cada vez más lejana y desconfiada de los políticos.