Ayer era la fecha original del plebiscito para una nueva Constitución. Es altamente probable que, sin la crisis del covid-19, hubiese triunfado el ‘apruebo’ y que la opción por una convención constituyente íntegramente electa terminara imponiéndose, tal como lo señalaban las encuestas a principios de marzo. Pero un virus, una forma básica y elemental de vida, ha provocado, como señaló Paolo Giordano, un inesperado vacío en nuestras vidas que nos está mostrando quiénes somos, y ha transformado el contagio en una infección de nuestra red de relaciones sociales.
Es cierto que el plebiscito se ha postergado para octubre y aunque muchos buscan razones para un plan B, como el exministro Chadwick, lo cierto es que el proceso iniciado en octubre del año pasado parece irreversible. Especialmente ahora, cuando la crisis sanitaria global que estamos viviendo ha reafirmado la necesidad urgente de un nuevo pacto social, uno en el cual la solidaridad sea la base estructural del país que necesitamos construir hacia el futuro.
Como señaló Saadia Zahidi, directora del Foro Económico Mundial, en una entrevista con el diario El País de España: ‘Esta crisis ha sacado a la luz todo un legado de redes de seguridad social erosionadas, modelos laborales precarios y de bajos salarios que subrayan la necesidad de equilibrar la distribución de riesgos entre la sociedad, los gobiernos y el sector privado’. Quizá esa brutal realidad explica las declaraciones que hizo días atrás Juan Sutil, actual presidente de la CPC, cuando indicó que Chile debería avanzar hacia un modelo socialdemócrata. Él mismo, hace algunos meses, en su condición de empresario, había retirado los anuncios de sus compañías en CNN Chile, acusando una cobertura supuestamente sesgada del ‘estallido social’.
Como más de una vez se ha planteado, la crisis sanitaria ha revelado todas nuestras fracturas. La evidente necesidad de disponer de un sistema sanitario de amplia cobertura; un modelo de pensiones que haga posible la solidaridad intergeneracional; un sistema oportuno de protección del empleo; una sociedad digital que incentive la inclusión, porque no basta la disponibilidad tecnológica si no hay cobertura social suficiente, y la necesidad de un Estado que cumpla un rol insustituible para mantener la cohesión social, garantizando protección frente a los riesgos y la incertidumbre de nuestras vidas.
El 26 de abril nos recuerda que ese cambio constitucional ya comenzó. De modo, que con indiferencia de cómo hubiese votado usted el día de ayer, la crisis sanitaria terminó por demostrar que, frente a la fragilidad de la vida, un nuevo pacto social resulta inevitable. Porque después de todo esto, como afirmó el poeta, ‘nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos’.