La semana pasada se realizó la PSU con diversos problemas por llamados y hechos para impedir su rendición, además de la filtración de la prueba de historia.
Como consecuencia de esto, varios representantes de partidos de la centro derecha (Evópoli, UDI y RN) indicaron que podrían no darse las condiciones para el plebiscito de entrada de abril de este año y para una discusión constitucional. Sin duda que para un plebiscito tan inédito y relevante como el que enfrentaremos en abril uno espera que se den las condiciones sociales y políticas para un debate informado, honesto y, particularmente, para que quienes queramos participar, podamos votar sin problemas.
Sin embargo también hay que reconocer que decisiones como estas generan mucha polarización y exacerban los ánimos. Como ya señalaron algunos autores el 2015 —a raíz del proceso constituyente que intentó iniciar la presidenta Bachelet-, el hecho de abrir la discusión y la posibilidad de ajustar las reglas fundamentales de cómo nos organizamos y se distribuye el poder, pueden generar más y no menos conflicto (Couso) y se tratan de procesos ciudadanos de intensa reflexión y deliberación (Salazar).
Por lo anterior, creo que no debe asustarnos que se vayan politizando diversos aspectos de nuestra vida diaria, lo cual muchas veces va de la mano de las emociones (miedo, incertidumbre, esperanza), pero al mismo tiempo intentar impedir que, de ante mano, dejemos fracasar un proceso inédito y que pone en mano de la ciudadanía una decisión tan relevante como si queremos darnos o no una nueva constitución y cómo. Es de esperar que los partidos políticos y sus liderazgos estén a la altura del desafío, sincerando sus posiciones —todas legítimas, por lo demás- y las verdaderas razones tras ellas, además de contribuir con información verídica que las apoye. El proceso ya se encuentra en marcha y de todos nosotros depende que este sea lo más participativo, informado y exitoso posible