Por décadas, en Estocolmo, cuando nevaba mucho, lo primero que las autoridades despejaban eran las carreteras principales y las autopistas. Nadie cuestionó esto hasta que una “auditoría de género” mostró que la mayoría de los accidentes ocurrían en las veredas y calles secundarias, y que la práctica perjudicaba desproporcionadamente a las mujeres dado que eran ellas las que en mayor número se trasladaban en bicicleta o a pie, por ejemplo, para dejar a los niños en el colegio. La política cambió, se sacó primero la nieve de veredas y calles chicas, y el número total de accidentes y muertes bajó.
Así con las sorpresas que trae la incomprendida “perspectiva de género” en las políticas públicas. Pensemos en un ejemplo menos exótico: los usuarios de servicios de salud mental son, en su gran mayoría, mujeres. Sin embargo, son los hombres los que más se suicidan y presentan conductas antisociales. El tipo de enfermedad mental también varía por sexo y, en realidad, por género: las enfermedades mentales no responden sólo a cuestiones biológicas sino también a construcciones culturales sobre cómo son y deben ser los sexos, las que condicionan incluso la manera en que los grupos sociales se enferman y mueren. A las mujeres se les enseña a inhibir sus emociones hostiles y se enferman por eso; a los hombres se les fomenta mostrarse dominantes y lo hacen asumiendo comportamientos violentos. Una política de salud que no atienda a estas diferencias, que no incluya la famosa “perspectiva de género”, sería una política ciega y errática.
Uno de los problemas que heredamos de políticas e instituciones diseñadas durante siglos casi exclusivamente por hombres es que la otra mitad de la realidad, la que viven las mujeres, o quedó invisibilizada o fue explicada por quienes no la han experimentado, con toda la cuota de fantasía, distorsión y conflictos de intereses que eso implica. Estos sesgos son difíciles de dimensionar, pero es urgente, para tener políticas más eficientes y justas, empezar a trabajar en ellos.
En Espacio Público iniciamos un nuevo proyecto de trabajo. Nuestra meta es aportar una metodología teóricamente sofisticada y a la vez fácil de aplicar que, de implementarse, permita visibilizar en el diseño, aplicación y evaluación de las políticas públicas el impacto que estas tienen en la vida de las mujeres, en el tipo de relaciones que se están construyendo entre los géneros y, en la eficiencia de las propias políticas. Queremos aplicar esta metodología a temas como medio ambiente, transporte, energía, educación, pensiones, política tributaria, entre muchos otros. Consideramos que es imprescindible instaurar una perspectiva de género en políticas públicas. Sólo así avanzaremos hacia sociedades realmente más inclusivas y justas, que se hagan cargo de las problemáticas de toda la ciudadanía y no sólo de una fracción de ella.