En los próximos meses nos tendremos que enfrentar a desafíos que nos eran lejanos y al mismo tiempo hacer frente a aquellos problemas que llevan años golpeando nuestra puerta sin ser resueltos. De hecho, en la encuesta anual de Espacio Público e IPSOS “Chilenas y chilenos hoy”, un 53% de las personas encuestadas señaló que la delincuencia está dentro de los tres problemas que le afectan más, seguido del desempleo, el servicio de salud deficiente, la corrupción en la política y las bajas pensiones. Los problemas anteriormente mencionados se han mantenido en los primeros lugares durante todos los años que hemos realizado la encuesta. Un aumento relevante, respecto al año anterior, es el porcentaje de personas encuestadas que experimenta el reconocer el desempleo como un problema que los afecta personalmente, lo cual tiene que ser leído en el contexto de la crisis producida por la pandemia en que llevamos un poco más de un año inmersos.
Todos estos desafíos tendrán que ser enfrentados en la arena política y son nuestros representantes los que en distinta medida y en virtud de las atribuciones de su cargo podrán contribuir a que nuestro país camine hacia una sociedad más justa y democrática. En esa tarea, nuestros renovados actores políticos deberán volver a articular diálogos olvidados: con aquellos representados que dejaron de conocer, con la sociedad civil organizada, con los técnicos y tantos otros actores. Generar acuerdos sobre aquello que la ciudadanía espera, pero poniendo sobre la mesa la diversidad de miradas que se requieren para enfrentar los problemas complejos. Todos deberemos aportar desde nuestros espacios a una deliberación pública en la cual la política tendrá la última palabra.
Para los más escépticos sobre la relevancia de la política, una de las más recientes publicaciones de la socióloga chilena y profesora de Stanford, Florencia Torche, muestra cómo el partido político que lidera la Presidencia de EE.UU. es un determinante relevante en la salud infantil, especialmente en población afrodescendiente. En su trabajo es posible constatar que las presidencias demócratas tienen un impacto positivo en la salud infantil, el cual se materializa tras dos años de una transición demócrata. Su estudio es una enorme contribución para analizar el contexto político en el cual se dan las desigualdades, pero también para reconocer que la mayoría de los determinantes sociales de la salud están condicionados por las decisiones políticas. Tristemente, cuesta imaginar que una diferencia de este tipo sea posible reconocer en el actual espectro político chileno.
Aunque nuestro sistema político pase por tiempos complejos, la política “sigue siendo el mecanismo más poderoso para el progreso humano”. Y necesitamos políticos que hagan que la diferencia valga la pena. Nuestra responsabilidad este fin de semana será escoger a quienes queremos encargarles esa tarea.