La jornada electoral del fin de semana destacó positivamente por la alta participación, el impecable comportamiento de electores/as y vocales de mesa, y la correcta contabilización de los resultados. Pero también tuvo resultados preocupantes, como el altísimo número de independientes electos. De las 345 comunas del país, 208 (60% aprox.) serán administradas por alcaldes y alcaldesas independientes (sumando quienes compitieron fuera y dentro de pactos).
Lo anterior es un síntoma del debilitamiento de los partidos políticos. Aunque la crisis es compleja, una dimensión relevante consiste en la preponderancia que han adquirido los actores individuales en desmedro de las instituciones que representan. Un reciente informe de Espacio Público, en colaboración con la Fundación Friedrich Ebert, alerta precisamente sobre este proceso de ‘personalización de la política’.
Si bien el fenómeno es global y multifactorial, en Chile hay componentes institucionales que lo potencian. El sistema proporcional con listas abiertas implica que los electores deben votar directamente por personas. Esto genera incentivos para que los partidos lleven independientes como estrategia electoral (algo atractivo en un contexto de desprestigio de la política), fomenta la competencia dentro de los partidos, y agrava la pérdida de coherencia de las ‘marcas’ partidarias. Esto se traduce en un debilitamiento de la disciplina y cohesión de los representantes, aumentando los costos de negociación.
Hay medidas que podrían combatir la personalización de la política. Una consiste en terminar con los pactos electorales, reforzando la identidad programática de los partidos. Asimismo, se podrían cerrar las listas electorales y potenciar la democracia interna de los partidos, de forma que sean los liderazgos partidarios elegidos por los militantes los que decidan quiénes entran en la papeleta y su orden en ella. Esto disminuiría los incentivos al discolaje y ‘emparejaría la cancha’ en términos de financiamiento.
Para hacer paulatina su implementación, esta reforma podría partir por las listas de concejales y cores. Como experimentamos el fin de semana, elegir una candidatura dentro de la ‘sábana’ electoral, en un contexto de baja información, no es tarea fácil. Vale la pena preguntarse si no sería más lógico que los electores no cargáramos con la tarea de definir el orden dentro de las listas.
Aunque los atributos personales de quienes participan en política son relevantes en un sistema presidencial, la democracia representativa necesita partidos programáticos y con capacidad de coordinación. Si no nos hacemos cargo de la excesiva personalización de la política, estaremos dificultando su capacidad para llegar a acuerdos y, en el peor de los casos, pavimentando el camino a líderes populistas nutridos de un discurso antisistema.