Este viernes se cumplen 30 años del plebiscito del 1988, que inauguró un período de enorme bienestar para nuestras ciudades. El primer acierto del Presidente Aylwin fue pavimentar las calles de tierra de las viviendas sociales y levantar parques en sectores populares. A medida que el déficit habitacional se reducía y el país crecía, pudimos ampliar el tamaño de las casas y mejorar su localización, y hoy hemos comenzado a demoler los bloques en mal estado, como ocurre en países desarrollados.
En infraestructura los logros fueron notables. La reforma sanitaria del Presidente Frei entregó cobertura de agua potable y alcantarillado a gran parte de las ciudades y el plan de concesiones del Presidente Lagos modernizó carreteras y puertos, acercando el país de norte a sur. Además se renovaron los bordes costeros de Antofagasta, Punta Arenas, y Talcahuano y pronto se hará lo mismo en Valparaíso con el proyecto «Paseo del Mar» anunciado por el Presidente Piñera.
Otro acierto fue extender el Metro desoyendo los consejos del «busismo» que insistía que se trataba de lujos y elefantes blancos. El tiempo le dio la razón al Presidente Frei cuando incorporó La Florida y al Presidente Lagos cuando sumó Puente Alto y Maipú. La Presidenta Bachelet toma su posta con las líneas 6 y 7 y el Presidente Piñera hace lo suyo con las líneas 3, 8 y 9 entregando una potente señal de integración social al incorporar La Pintana y Bajos de Mena.
Gracias a estos logros, Chile lidera el índice de desarrollo humano de la región, lo que permite abordar desafíos de mayor costo y complejidad como reemplazar el fallido Transantiago, mejorar el transporte público en regiones, limpiar el aire de las ciudades del sur, llevar parques a las ciudades del norte, facilitar el acceso a la vivienda de las clases medias y seguir reduciendo la segregación urbana, agravada por una preocupante presencia narco.
Para lograrlo no debemos inventar ruedas cuadradas. El éxito de la Ciudad de la Democracia se basó en dos principios que debernos replicar en el futuro. El primero es avanzar sobre el legado que dejan los gobiernos precedentes, como una posta y no andar para atrás como las retroexcavadoras. El segundo principio es atender las necesidades en orden de prioridad, partiendo por los grupos más postergados.
Estos principios parecen obvios, pero no está demás repetirlos para evitar tentaciones refundacionales que suelen nublar la mente y la racionalidad, como lo hemos visto en el pasado reciente.