Los retiros de fondos previsionales siempre fueron una medida que se debatía entre la urgencia y el oportunismo. Nacieron como reacción a la demora en entregar ayudas al inicio de la pandemia, y se convirtieron en una herramienta electoral relevante. A tal punto llegó la obsesión con echar mano a las pensiones, que votar a favor dejó de ser un activo electoral; al contrario, votar en contra podía significar una derrota. Pero ahora, sin elecciones a la vista y una economía recalentada, esa obsesión se vuelve el reflejo de una política pobre en proyectos de futuro.
El argumento de que los retiros afectan las pensiones futuras ya no genera mayor impacto. La realidad es que la burbuja de que el sistema de AFP podía proveer pensiones dignas se rompió hace rato. Y si algo quedaba de esa ilusión, los retiros terminaron matándola para quienes menos ahorros tenían. Además, el argumento de su efecto en la inflación es, al menos, difícil de vender.
Varias cosas se combinan en la construcción de la opinión pública, entre ellas, la confianza que tenemos en las fuentes de información y los prejuicios con que se enfrenta esa información. En este caso, la lógica detrás de que traspasar dinero de una cuenta de ahorro a los bolsillos (y con ello, al consumo) es contraintuitiva para muchos. Si los precios suben, muchos esperarían que las personas cuenten con más dinero para pagarlos. A quienes tienen nociones básicas de economía, esto puede sonar absurdo, pero no a quienes pueden sentir que el sistema les juega en contra. La dinámica es perversa: el sistema no me apoya y, cuando necesito dinero para pagar precios altos, me quita la posibilidad de acceder a mis propios ahorros. Si a eso le sumamos que Chile se encuentra expuesto al alza inflacionaria internacional, la teoría conspirativa se completa.
Por otro lado, la política de retiros también atenta contra cualquier discusión seria de reforma a las pensiones. En un afán de lograr una ganancia a corto plazo, hay parlamentarios que se enfocan en una discusión política dañina y deshonesta. No se trata de movilizar recursos del Estado para ayudar a quienes más sufren con la inflación, sino de que esas personas se gasten sus pocos ahorros para enfrentarlos. No hay ningún costo para quienes votan a favor y solo perjuicios para sus votantes.
Asimismo, toda reforma que busque mejorar las pensiones futuras necesita partir desde cierta base para ser sustentable. Hoy, cada vez menos personas cuentan con fondos suficientes para recibir algo más que el mínimo. Con un quinto retiro, eso solo puede empeorar. Y, lamentablemente, la retórica no alcanza para cubrir esos costos.
Estamos en medio del proceso constituyente, discutiendo sobre las bases de la sociedad que queremos y cuáles son nuestras ideas de futuro. Por mientras, en el Congreso, se debaten sobre continuar vaciando las escuálidas pensiones de las personas, a cambio de un par de puntos de