Ayer, Espacio Público e IPSOS presentaron la segunda entrega de una serie de estudios de opinión pública que reúnen información cuantitativa y cualitativa sobre cómo vemos el proceso constituyente. El principal objetivo de estas entregas ha sido disponibilizar evidencia sobre percepciones, expectativas y anhelos de la ciudadanía respecto del proceso que vivimos. Aquello nos puede ayudar a tomar medidas, rectificar y sobre todo analizar lo que acontece en base a información y no sobre la base de nuestros propios anhelos o temores, los cuales en varios casos son trasladados a la esfera pública como una constatación generalizada.
Uno de los interesantes resultados que muestra el estudio es la forma en que permanecen las emociones positivas frente al proceso constituyente. En esta segunda medición, la esperanza se mantiene como el principal sentimiento que evoca el proceso, teniendo un incremento significativo respecto a la medición realizada en febrero. Además, la incertidumbre también presenta un aumento relevante respecto a la última medición. Es muy positivo que el camino institucional que nos hemos propuesto como país para procesar nuestras diferencias y establecer nuevos marcos de entendimiento siga siendo un espacio de esperanza, que anima y entusiasma. La esperanza históricamente se ha entendido como signo de vida y como respuesta a lo incierto del futuro. Por lo mismo es tan interesante que los sentimientos que más han aumentado sean la esperanza y la incertidumbre, justamente por la relación simbiótica de ambos. Humanamente, la esperanza nos permite confrontar la inseguridad propia de un camino desconocido, tal como lo es el proceso que estamos viviendo, haciéndonos disponibles a conservar una cuota de confianza ante aquello.
Los sentimientos positivos conviven con la convicción de que la nueva Constitución traerá cambios positivos para el futuro de Chile. Un 67% de las personas encuestadas declara que la nueva Constitución traerá muchos o algunos cambios positivos en los próximos tres años, y un 68% lo cree para los próximos diez. Las positivas expectativas sobre el futuro y el rol de la convención conviven con discursos emergentes que señalan la preocupación de un exceso de ilusiones, las cuales podrían generar mayor frustración en la ciudadanía. Por lo mismo, sigue siendo fundamental que nuestro país, y especialmente nuestro sistema político, sea capaz de confrontar y avanzar en aquellas tareas que llevan largos años esperando ser resueltas.
La ciudadanía ha entregado su confianza para tener un nuevo comienzo, sin embargo, dicha oportunidad es única y delicada. Su éxito requerirá responsabilidad y conciencia frente a la tarea de parte de todos los actores involucrados. Pero también, rigurosidad y despersonalización para que la esperanza no sea solo el anhelo de un futuro más próspero, sino que su concreción.