El fin de semana vivimos unas elecciones parlamentarias y presidenciales que definieron en gran medida cómo se dibujará el país los próximos cuatro años. La primera sorpresa: los resultados de los candidatos presidenciales fueron muy distintos a lo que predecían la mayoría de las encuestas y ahora la definición de la segunda vuelta queda abierta.
Por otra parte, la participación electoral, si bien un poco más baja en porcentaje que la de las elecciones del 2013, no lo fue tanto; superó lo que muchos esperaban, entre ellos, yo.
Además, estas elecciones fueron particulares por tres motivos: el estreno de la ley de cuotas en las elecciones parlamentarias, del nuevo sistema electoral proporcional que reemplazó al binominal y de las nuevas reglas de campañas y financiamiento a la política en este tipo de elecciones. Lo primero implicó que tuvimos al menos un 40% de candidatas mujeres parlamentarias por primera vez. Como resultado, se aumentó en casi 8 puntos la representación femenina en el Congreso, de un 16% a un 23%. De este modo, dejamos de estar entre los países con más baja participación de mujeres en el Congreso en la región y el mundo.
Respecto al sistema electoral, entraron nuevas fuerzas y caras al Congreso, particularmente del Frente Amplio, que logra un buen contingente en la Cámara de Diputados, la que además se renueva en casi un 60%. Tendremos muchos rostros nuevos desde marzo.
Finalmente las nuevas reglas de financiamiento contribuyen a darle una mayor legitimidad a esta nueva Cámara de Diputados porque, salvo casos que se arrastran de elecciones anteriores, ya no hay un manto de duda sobre el origen del financiamiento ni investigaciones sobre esta materia.
Queda aún una segunda vuelta presidencial pero ya hay razones para estar contentos por el aumento de mujeres en el Congreso, la posibilidad de renovación de éste y una mayor transparencia respecto de los orígenes de los recursos de campañas.