Uno de los aspectos centrales cuando se sustituye íntegramente un sistema constitucional es tratar de resolver la forma en que se realizará la transición de un modelo a otro. Esto genera un debate tanto o más importante que las reglas sustantivas de la nueva Constitución. Como ha demostrado la experiencia comparada, es en ese proceso donde se pone a prueba la estabilidad del sistema institucional y el éxito del nuevo pacto.
En momentos en que la desconfianza en las instituciones está en niveles críticos, la necesidad de que esa etapa de transición permita generar las condiciones para fortalecer la democracia es más urgente que nunca. Como advirtieron días atrás Claudio Fuentes y Gabriel Osorio en una columna, hay que evitar que este proceso se contamine con una fatiga electoral que afecte las condiciones en las cuales se debatirá la nueva Constitución. Lo que proponen es que la elección parlamentaria y presidencia de 2021 se postergue unos meses hasta que plebiscitariamente tengamos resuelto el nuevo orden constitucional.
La propuesta tiene sentido. En el evento que triunfe el apruebo en el próximo mes de abril y se defina la composición del organismo constituyente, este último tendrá plena libertad para definir el modelo institucional; por ejemplo, decidiendo si mantendremos el presidencialismo u optaremos por un régimen semipresidencial; o determinando si tiene sentido el bicameralismo o es momento de pasar al unicameralismo, solo por mencionar algunas. En todos estos casos es necesario definir las reglas de transición.
Por ejemplo, cuando se promulgó la Constitución de 1925, en septiembre de este año, las reglas aprobadas obligaban a reestructurar rápidamente el sistema político. Ordenaban convocar a elecciones presidenciales para noviembre. En el caso de la Constitución de 1980, las normas de transición fueron abusivamente extensas: se otorgaron ocho años adicionales a Pinochet y luego un plebiscito para decidir la próxima etapa. De ahí que el 5 de octubre de 1988 haya sido tan emblemático, porque la dictadura fue derrotada, con lápiz y papel, a pesar de sus propias reglas.
Por eso es tan relevante lo que suceda en los próximos meses. Sera con votos y no con piedras que podremos lograr una nueva Constitución. Pero, a su vez, serán las reglas de la transición constituyente las que permitirán dimensionar la magnitud del cambio, del viejo al nuevo orden constitucional. Así, demandar la renuncia inmediata de Sebastián Piñera y convocar a nuevas elecciones es no entender nada de la importancia de este proceso democrático. Será en las normas de la transición constitucional en donde se jugará genuinamente el nuevo orden político.