Al amparo de ese discurso, Bukele dispuso de normas para sancionar la divulgación de noticias falsas, supuestamente para combatir a las pandillas. Sin embargo, los afectados han sido los periodistas que realizan reportajes de investigación sobre esa política del Gobierno. El Faro, uno de los principales periódicos de investigación en ese país, ha debido reubicar en el extranjero a sus periodistas frente a las amenazas del Estado.
Pero Bukele es algo más que eso. Su populismo también lo ha trasladado a la economía, donde prometió un nuevo paraíso con las criptomonedas al validarlas como medios de pago de curso legal. Su iniciativa ha sido un completo fracaso, comprometiendo seriamente la estabilidad de las finanzas públicas.
Bukele es el símbolo de la crisis de intermediación de la democracia representativa, los partidos políticos y los medios de comunicación. Su accionar sólo es posible como resultado de una desmedida concentración de poder, resultado de años de fracasos de las instituciones democráticas y de una sociedad hastiada por la violencia.
Ese populismo corrosivo tiene en nuestro país algunos dignos representantes. Por un lado, entre los voluntaristas económicos que frente a una crisis que va en incremento insisten en los retiros de los fondos de pensiones, sin considerar los efectos sistémicos que afectarán precisamente a quienes desean ayudar. Pero también está entre aquellos que promueven una ley de medios para resguardar la ‘verdad’, prescindiendo que la regulación penal de noticias falsas suele ser utilizada por Ejecutivos autoritarios para limitar la libertad de expresión. Y también en la sorprendente declaración de un diputado del Partido Socialista que la semana pasada señaló que fue un error eliminar la pena de muerte para los delitos graves. Pese a su retórica de la ‘responsabilidad’, esas palabras están pobladas de peligros.
Cuando el populismo amenaza la política chilena es deber de los partidos, pero especialmente del Ejecutivo y su coalición contrarrestar los ‘Bukele’ nacionales. El éxito o fracaso de la administración Boric no sólo se medirá por sus logros, sino también por el resultado de la próxima elección presidencial. Traspasar la banda presidencial a la ultraderecha o al populista de turno no sólo será el fracaso de su Gobierno, será también el de su generación.