En la cuenta pública del 1 de junio de este año, el Presidente Piñera señaló que «estamos observando un deterioro en la calidad de la política y un debilitamiento de algunas de nuestras instituciones fundamentales’: Por esto señaló que convocaba a un nuevo Acuerdo Nacional «para mejorar y fortalecer la calidad de nuestra política y de nuestras instituciones republicanas, con el propósito de fortalecer y renovar las confianzas de la ciudadanía en ellas’: encomendado al ministro del Interior iniciar las conversaciones para acordar e implementar las medidas administrativas y proyectos de ley necesarios.
En las semanas posteriores, el ministro Chadwick se reunió con los diversos partidos políticos con representación en el Congreso para recibir sus propuestas en la materia, así como con quienes presiden instituciones como la Corte Suprema y Contraloría. Incluso un medio de comunicación divulgó un borrador con 26 cambios que el ministro baraja en la materia. Sin embargo, han pasado los meses y aún no hay mayores novedades sobre este Acuerdo Nacional y los cambios que se promoverían.
La semana pasada el mundo político y jurídico se vio removido por un conflicto entre la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional. El Presidente incluso anunció que, si ambas entidades no llegaban a un acuerdo, evaluaban proponer las reformas necesarias para superar esta posible contienda de competencias.
Es usual escuchar a nuestras autoridades mencionar que en Chile «las instituciones funcionan» y, en gran medida, es así. Sin embargo, nuestra institucionalidad fue mayormente diseñada en la Constitución del 80 -en período de dictadura- bajo contextos muy diversos de exigencias de transparencia, rendición de cuentas y probidad. Si bien ha habido avances en estas materias que han alcanzado también a gran parte de nuestras instituciones, no cabe duda que es necesario evaluarlas a luz de estas nuevas exigencias y de la alta desconfianza ciudadana imperante. Existen varias propuestas sobre la mesa, tanto de centros de estudios y universidades, como de los propios partidos y el Gobierno. Dejemos de ser reactivos y anticipémonos a los conflictos.