Las declaraciones del exsubsecretario de Prevención del Delito, que deslinda responsabilidades por la ejecución presupuestaria de más de $ 122 mil millones para “pagar favores” a través de cargos políticos, son una gota más en un vaso que se rebalsó hace mucho tiempo. Son frases probablemente desafortunadas, quizás imprecisas, pero lo triste es que probablemente son ciertas y evidencian un problema transversal de nuestra administración: los cargos públicos se asignan por cualquier cosa menos mérito: amiguismo, militancia en un determinado partido, parentesco, entre otras.
Llegó el momento de decir basta. No podemos seguir mirando cómo se deteriora nuestro Estado y se utiliza como botín político. Es urgente tomar acciones para recuperarlo, porque nos pertenece a todos los chilenos y porque la situación actual es el caldo de cultivo perfecto para la ineficiencia y la corrupción, lo que redunda en afectar el desarrollo del país, y perjudicar diariamente la calidad de vida de todas las personas, así como la confianza en nuestra democracia.
En épocas en que se habla de integridad pública y modernización del Estado se hace urgente una reforma profunda al empleo público, porque finalmente esa es la base para hacer viable todo lo demás. Resulta evidente que un Estado con mejores profesionales, técnicos y auxiliares será más efectivo en atender las necesidades de las personas. A la vez, se resolverán otros problemas como terminar con el nepotismo y los operadores políticos, además de ser más fácil inhibir la corrupción si es que los funcionarios son servidores del Estado y no del político o gobierno de turno. Tenemos que hacernos cargo del problema de fondo de cómo tener un empleo público que, entre otras cosas, garantice que accedan a los cargos las mejores personas posibles e interesadas, sin importar el lazo de parentesco, amistad o pertenencia a un partido político.
Sin una reforma al empleo público en el corazón de la modernización del Estado, cualquier iniciativa en la materia quedará trunca y será nuevamente una solución que tapará el sol con un dedo.