La semana pasada volvió a tomar fuerza el proyecto que busca modificar el Código del Trabajo para reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. El debate no ha estado exento de polémica: por un lado, algunos expertos han mostrado su rechazo a la iniciativa, mientras que otros han señalado que, si se implementa con cuidado, puede tener efectos positivos tanto en productividad como en bienestar de los trabajadores. Con el fin de aportar a este debate, veamos algunos datos y potenciales efectos que una reforma de este tipo puede tener sobre el mercado del trabajo.
En primer lugar, Chile es el cuarto país de la OCDE donde se trabaja más horas anuales, 1.954 horas totales, solo siendo superado por Grecia (2.018 horas), Corea del Sur (2.024 horas) y México (2.257 horas). Es más, los trabajadores chilenos poseen una jornada 230 horas superior al promedio de los países miembros (1.724 horas).
Un argumento en contra de esta comparación radica en el hecho de que gran parte de los países con menos horas laborales tiene un mayor nivel de ingresos que Chile. Sin embargo, si vamos a los datos y calculamos las horas anuales de dichos países cuando estos tenían un PIB per cápita similar al de Chile en 2017, se observa que en promedio estos trabajaban 171 horas anuales menos, lo cual equivale a trabajar 3,6 horas menos por semana.
¿Es entonces el nivel de ingreso el único aspecto relevante a considerar? La respuesta es no. Los mercados laborales poseen estructuras, reglas y dinámicas que difieren entre países y que son relevantes para explicar lo observado en los datos. Sin embargo, no deja de ser interesante ver cómo la mayoría de los países con los que nos gusta compararnos al momento de hablar de desarrollo, ya poseían una jornada laboral más corta cuando el tamaño de su economía era similar a la nuestra en la actualidad.
En segundo lugar, una jornada laboral más corta posee beneficios directos sobre la salud mental de los trabajadores y sobre su satisfacción con el trabajo.
Recordemos que Chile es uno de los países con niveles de depresión más altos de América Latina y que se encuentra dentro de los peores evaluados de la OCDE en relación con la calidad del empleo. Una menor jornada laboral puede revertir en parte estos hechos y generar mejoras en productividad derivadas de este aumento en el bienestar.
Por otro lado, la evidencia presentada para los países de la OCDE, y analizada en el momento en que tenían un PIB similar al nuestro, entrega razones para pensar que una menor jornada laboral genera incentivos a un mejor uso del tiempo por parte tanto de los trabajadores como de las organizaciones. Más efectividad en el cumplimiento de las tareas y una preocupación constante por el mejoramiento de procesos son posibles efectos de una reducción de la jornada.
Si bien una reforma como esta para muchos podría tener costos en productividad, esto no implica necesariamente que el debate esté cerrado o que no sea socialmente deseable de implementar. Como hemos argumentado, existen beneficios no medibles en el corto plazo que deben ser considerados y que mitigan los potenciales costos.
También es importante considerar los desafíos que una reforma como esta plantea. Por ejemplo, el diseño del proyecto y su implementación deben tener en cuenta las diferencias contractuales entre distintos sectores de la economía, porque puede afectar negativamente a trabajadores de sectores con mayor grado de sustitución o con menor poder de negociación con los empleadores. Evitar que el costo de esta medida sea cargado en mayor parte por los trabajadores más vulnerables del sistema debe ser un punto a considerar en este debate.
Por otro lado, es necesario que esta reforma se complemente con medidas que apunten a dar una mayor cantidad de opciones a los trabajadores para gestionar y utilizar su tiempo libre. Una transición hacia una mayor autonomía en el uso del tiempo debe ser acompañada con políticas públicas que promuevan nuevos espacios y abran opciones, desafío aún pendiente en nuestro país.
Sin duda esta propuesta de reforma abre la oportunidad única de debatir en torno al sistema de trabajo que deseamos para nuestra sociedad. Organizar el trabajo con tal de que exista un mejor equilibrio entre el mundo laboral, personal y familiar de los trabajadores y las trabajadoras debe ser prioridad hoy.