‘El 20 de mayo de 1747 tomé doce pacientes con escorbuto en alta mar […] sus casos eran lo más parecidos posible. […] todos ellos yacían en el mismo lugar del barco y todos tenían la misma dieta […] a dos se les ordenó tomar un litro de cidra al día […] otros dos tomaron dos cucharadas de vinagre tres veces al día […] otros dos recibieron dos naranjas y un limón diario cada uno […] otro par […] agua de mar.’
Así comienza el relato del médico James Lind, de la Marina Real británica, sobre el experimento que realizó para comparar la efectividad de diversos tratamientos del escorbuto, flagelo que llegó a diezmar la tripulación de naves que realizaban largos periplos siglos atrás. A pesar de considerar solo 12 pacientes, el resultado del experimento fue contundente. Las naranjas y los limones eran sumamente efectivos para tratar el escorbuto, los restantes tratamientos no servían. Cuarenta años después, las naves británicas que emprendían largas travesías llevaban jugo de limón para sus tripulaciones y el escorbuto era cosa del pasado.
El experimento de Lind fue el primer diseño experimental para comparar la efectividad de diversos tratamientos de una enfermedad donde se tuvo especial cuidado en que las condiciones que enfrentaban los pacientes fueran las mismas. Todos estaban en el mismo lugar del barco y todos recibieron la misma comida. Esto permitió asignar las diferencias observadas en la evolución de los enfermos al tratamiento recibido. En cambio, si algunos pacientes hubiesen estado en un lugar del barco con mejor ventilación o hubiesen recibido una alimentación distinta, las diferencias observadas podrían haberse debido a estos factores y no al tratamiento.
El Premio Nobel de Economía 2019 fue otorgado esta semana a Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, por usar métodos similares a los del doctor Lind para determinar las mejores estrategias para combatir la pobreza.
Comenzando en 1996, Kremer y coautores, junto a una ONG en Kenya, realizaron una serie de experimentos para medir el impacto de diversas políticas sobre el rendimiento escolar. Consideraron un gran número de escuelas, todas ellas con serias falencias, y las dividieron, al azar, en varios grupos. Cada grupo recibió recursos adicionales para gastar en una necesidad distinta. En un estudio, un grupo de escuelas recibió más textos escolares, mientras que en otro un grupo de escuelas ofreció desayunos gratuitos. Como el azar determinaron los recursos que recibió cada escuela y lo que hizo con ellos, fue posible relacionar las diferencias en rendimientos escolares con las políticas adoptadas. Los experimentos mostraron que tanto textos escolares como desayunos gratuitos no mejoraban el rendimiento escolar. Poco después, trabajando con una ONG en India, Banerjee, Duflo y coautores diseñaron experimentos para evaluar el impacto de diversos programas de apoyo para estudiantes de bajo rendimiento. A diferencia de las iniciativas que entregaban recursos a todos los estudiantes por igual, las políticas focalizadas resultaron ser muy efectivas.
La pregunta de si se debe cobrar o no a los más pobres por acceder a servicios de salud es un tema sobre el cual se ha debatido mucho. Algunos argumentan que exigir un pago, aunque este sea pequeño, permite que accedan quienes realmente necesitan el servicio y que este sea valorado. Otros creen que cualquier cobro llevará a que muchas personas que lo necesitan no accedan. En una serie de diseños experimentales, Kremer y coautores mostraron que en contextos de extrema pobreza, la demanda por el servicio caía mucho más de lo esperado ante el más mínimo cobro.
En todos los ejemplos anteriores, la evidencia experimental obtenida sobre qué políticas funcionan llevó a escalar las opciones exitosas a niveles nacionales y globales. En otros casos, sin embargo, vinieron primero las políticas a gran escala y solo después las evaluaciones de su efectividad. Así sucedió, por ejemplo, con los programas de microcrédito, que se popularizaron a comienzos de este siglo y llevaron a que Muhammad Yunus, creador del Banco Grameen, recibiera el Premio Nobel de la Paz el 2006. Estos programas permiten que personas de bajos ingresos accedan a crédito, por ejemplo, mediante préstamos grupales. Banerjee, Duflo y coautores realizaron varios diseños experimentales en India y no encontraron efectos de los préstamos grupales sobre variables relacionadas con la pobreza, como consumo, indicadores de salud, empoderamiento de las mujeres o niveles de educación de los niños.
Gracias al trabajo de los galardonados con el Premio Nobel de Economía 2019 y centenares de seguidores, la evidencia pasó a tener un rol central en la búsqueda de políticas para reducir la pobreza. Y aun cuando no es posible diseñar un experimento que confirme la afirmación que sigue, es probable que este nuevo enfoque haya contribuido de manera importante a la impresionante reducción de la pobreza a nivel mundial de las últimas dos décadas