La seguridad sigue siendo la preocupación principal de las personas. Se trata de una materia en la que se han venido multiplicando propuestas que no consideran la evidencia disponible en forma adecuada. En forma más reciente se ha observado algo peligroso: un intento deliberado por desacreditar las cifras provenientes de instrumentos validados, sin razones técnicas que lo sustenten.
El Estado ha hecho un esfuerzo en los últimos años que nos permite contar con más información y de mejor calidad; lo razonable sería ocupar eso como punto de partida en la conversación para alimentar las propuestas y políticas públicas que se formulan.
El último informe de Espacio Público sobre seguridad muestra una serie de datos que, combinados, ofrecen matices respecto a algunas imágenes que se plantean en el debate público, especialmente cuando se examinan en el contexto de su desarrollo en series temporales más amplias. Veamos.
En homicidios, considerando los años anteriores a la pandemia y el estallido como referencia, observamos que estamos en niveles alrededor de un 40% superior a los históricamente observados. Este es un dato que es consistente usando distintas fuentes de información. Por otro lado, respecto de la más reciente variación -en relación con el año 2022 donde el homicidio marcó su tasa más alta- varias fuentes de información sugieren una leve baja.
Otro dato relevante es que para el 2023 se observó una mantención -o leve baja- en el índice de victimización que se puede construir a partir de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana, que incluye a los delitos de mayor connotación social. Este leve cambio se compone de un alza en el robo de vehículos y una disminución en otros tipos de robo, incluido el violento. Con todo, el índice de victimización por estos delitos se mantiene en los niveles más bajos de la serie de tiempo desde 2005 descontados los años 2020 y 2021 de la pandemia.
Finalmente, respecto al delito de secuestro, observamos un aumento importante en el período reciente. La información disponible da cuenta, además, de un aumento en la cantidad de estos delitos asociados al crimen organizado.
¿Logra dar una descripción completa del fenómeno este conjunto de indicadores? Posiblemente no, pero se trata del mejor grupo de herramientas disponibles hoy en el país para conocer el estado de la criminalidad. Usar estos datos es fundamental para informar el debate público y legislativo en forma debida y evitar el choque de anécdotas sobre los cuales algunos intentan llevarlo adelante.
Es posible que haya cambios en el fenómeno del delito que no alcancen a ser captados por los datos que tenemos a disposición. Hay muchas preguntas que pueden difícilmente ser respondidas hoy con las fuentes disponibles y eso exige pensar en nuevas formas de recolectar información que permita continuar el camino de mejora de las ya existentes. Este es quizás también un importante desafío de la agenda futura de seguridad del que lamentablemente se conversa menos.