Una vez más surgen propuestas de intervención radical del Parque Alberto Hurtado (o Intercomunal, como lo conocemos los más viejos). Con sus 55 hectáreas, al oriente y poniente de la avenida Padre Hurtado, se trata del mayor paseo de Santiago después del Parque Metropolitano. El predio fue adquirido en 1967 por las comunas de Providencia, Las Condes y La Reina a instancias del arquitecto Fernando Castillo Velasco, entonces alcalde de La Reina, con el fin de crear áreas verdes para la ciudad y la comunidad. El parque sigue siendo propiedad conjunta de estos tres municipios y ha cumplido su propósito durante décadas, pero es Las Condes el que ha dedicado más recursos a su mantención y administración y, por lo tanto, de donde han surgido las más controvertidas propuestas para nuevos usos y modelos de gestión. En 2015, su entonces alcalde propuso, proyecto de arquitectura en mano, un gigantesco Centro de Eventos con estacionamientos subterráneos, para ser concesionado durante décadas, tal como lograra años antes en el Parque Araucano. Afortunadamente, enérgicas movilizaciones ciudadanas contribuyeron a recuperar la cordura.
Hoy, el actual edil de Las Condes propone un ambicioso proyecto de remodelación paisajística (cuyos autores desconocemos), que incluye reemplazar la existente laguna de contornos naturales, alimentada con las aguas de la quebrada de San Ramón que recorren el predio, por un artificio inmobiliario denominado eufemísticamente «laguna cristalina», que consiste en la impermeabilización de un área mediante membranas de goma, con agua permanentemente sanitizada, todo de color turquesa como en una piscina, rodeado de unas pretendidas playas de arena y que además demanda una fuerte inversión. No hay nada de malo en ofrecer esparcimiento a la ciudadanía, pero solo después de haber acordado cuáles son las funciones y las imágenes paisajísticas que se esperan de un parque de esta trascendencia en medio de la ciudad -que debería ser siempre una invitación a gozar de una semblanza de la naturaleza- en lugar de confundirlo con un parque de diversiones o un balneario. Es lamentable la manera como se plantean las alternativas en la «consulta ciudadana» que tendrá lugar el próximo 21 de octubre, obligando al vecino a elegir entre algo «bueno» y algo «menos bueno», cuando en realidad lo que se debe consultar es la cuestión previa que establece la naturaleza y el objetivo de las intervenciones. En el mundo desarrollado que admiramos desde lejos, la democracia participativa a nivel local jamás consiste en un plebiscito para validar o rechazar ideas preconcebidas, sino que involucra a la ciudadanía en el establecimiento de las prioridades y en el diseño de las soluciones. Ojalá esta vez nuevamente logremos defender el espíritu paisajístico fundamental que merecen nuestros parques urbanos.