Integrar el río Mapocho a la ciudad ha sido el proyecto más ambicioso en la historia moderna de Santiago, con inversiones públicas y privadas para sacar basurales, construir tajamares, puentes y costaneras, limpiar sus aguas y levantar paseos y parques notables como el Bicentenario, el Forestal o el Renato Poblete. Estas grandes obras han permitido impulsar iniciativas de menor tamaño, como un museo de esculturas, cafés literarios o la «Ciclovía 42K» que ha sido un acierto para revitalizar el Espacio Público y generar una alternativa a la circulación de autos y buses.
Existe otra ciclovía que se propuso bajo el río, al interior del cauce, que partió con obras provisorias entre Huelén y el Puente Recoleta y que hoy tendría recursos para construirse en forma definitiva con el nombre de «Mapocho Pedaleable».
Pedalear al interior del cauce del río partió como una buena idea, pero ha tenido tropiezos que hacen dudar sobre la conveniencia de su materialización. Primero, la demanda del «Mapocho Pedaleable» ha sido muy baja, ya que su trazado es paralelo al 42K que corre a nivel de calle, es decir, mejor conectada a la ciudad. Por otro lado, la bajada al ría ha sido aprovechada para rayar los tajamares o poner locales comerciales como un pequeño mercado persa.
Luego están los conflictos de autoría. La ONG dueña de la idea demandó al Fisco por varios millones de pesos cuando un exsocio se llevó el «Mapocho Pedaleable» a una repartición pública sin su consentimiento, para concretar la ciclovía provisoria y el proyecto definitivo.
Pero lo más serio fue el cuestionamiento que en algún momento realizó la Dirección de Obras Hidráulicas -un servicio especializado a cargo el cauce-, que puso reparos a la construcción de una ciclovía al lado del agua, con rampas que cortan los tajamares, lo que supone riesgos de desbordes. También existen problemas de prevención situacional debido a la poca visibilidad que tendrían ciclistas o peatones desde la calle, lo que los expone a robos o accidentes sin permitirles una reacción rápida.
A ello se suma el alto costo del «Mapocho Pedaleable», que supera los $ 6.000 millones por una extensión de solo 5,4 kilómetros, transformándose en la ciclovía más cara de Chile, algo complejo por su poca demanda y la existencia de una ciclovía paralela que hace el mismo recorrido. Cabe consignar que $ 6.000 millones duplican la inversión del Parque Juan Pablo II en Bajos de Mena.
Si bien el «Mapocho Pedaleable» no requirió ingresar al Servicio de Evaluación Ambiental, esta decisión debe revisarse ya que altera la caja del río en la sección donde se ubican las rampas que cortan los tajamares, y esta es una causal para evaluar su impacto ambiental por riesgo hidráulico.
También urge actualizar la evaluación social del proyecto con la demanda real observada en la ciclovía, para ver si conviene invertir acá estos $6.000 millones o es mejor hacerlo en los sitios eriazos y basurales que bordean el río en Quinta Normal y Cerro Navia para transformarlos en parques y paseos, beneficiando a miles de habitantes de escasos recursos como ocurrió en Bajos de Mena.