Es difícil pensar que el nuevo gobierno de Joe Biden vaya a ser más bullicioso que el de Trump. Algunos, incluso, dirían que va a ser más aburrido. Pero es, exactamente, lo que se necesita después que Trump llevara a su país al borde de una crisis institucional. No olvidemos lo que ocurrió con un grupo de sus adherentes, que invadió el Capitolio mientras el Senado votaba la ratificación de Biden como nuevo presidente. El desafío que enfrenta el nuevo gobierno es grande. Por una parte tiene que lidiar con la crisis del Covid-19, en la que ya han muerto más de 400.000 personas en el país. Por si eso fuera poco, Biden debe tratar de recuperar el liderazgo internacional, algo que va a hacer al reincorporarse a la OMS y al Acuerdo de Paris sobre cambio climático. En ese ámbito, uno de los desafíos de la nueva administración es volver a recomponer confianzas en países que han caído en la esfera de la influencia de China (Chile, sin ir más lejos, lleva dos años sin un embajador norteamericano). Finalmente, en lo interno, debe hacerse cargo del profundo quiebre racial y político que se hizo patente en los últimos meses. Más que un gran plan de transformaciones, lo que se viene es un intento por recuperar algo de normalidad y rutina. Por ahora, al menos, eso da un respiro.