Recientemente, la Corte Suprema se pronunció respecto del conflicto que enfrentó al Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) y al BBVA. En síntesis, se declaró ilegal un mecanismo utilizado por el banco para aumentar el monto de las comisiones que cobraba a sus clientes mediante el envío de una carta certificada. Desde una perspectiva regulatoria, sin embargo, el aspecto más importante es que la Corte desestimó un argumento de la defensa consistente en que el único regulador competente en materia de contratos de cuenta corriente era la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF), por lo que el Sernac carecía de competencias y debía abstenerse de litigar en su contra.
Ciertamente, las competencias del Sernac y la SBIF se superponen en materia de consumo financiero. Incluso existen casos previos en que la posición del Sernac acerca de la manera de modificar un contrato estaba en abierta contradicción con circulares de la SBIF. Sin embargo, es un error plantear esta superposición de competencias como un problema de especialidad, donde se trata de evaluar cuál de los dos reguladores debiera supervisar una materia de manera excluyente. Ambos organismos, en el sentido estricto de la palabra, son especialistas. La SBIF tiene definida su competencia en función del tipo de mercado que supervisa (v.g. banca comercial, instituciones financieras). Ahora bien, debe encargarse tanto del funcionamiento y solvencia de los bancos, como del interés de los consumidores en ese mercado particular. El Sernac, en contraste, tiene definida su competencia en función del interés particular de los consumidores, pero debe protegerlos en todo tipo de mercados. La SBIF regula una generalidad de intereses en un mercado específico, mientras el Sernac protege un interés específico en la generalidad de los mercados.
Lógicamente, estas diferencias en el diseño institucional tienen consecuencias en el comportamiento de cada organismo. Los reguladores financieros siempre conocen mejor la industria, pero tienen la tendencia a perseverar en la manera en que históricamente han hecho las cosas y muchas veces son indulgentes con prácticas difíciles de comprender. Reguladores como el Sernac, por su parte, son mucho mejores para preocuparse del consumidor, pero sus soluciones muchas veces redundan en hacer más caro el ingreso de nuevas empresas al mercado y terminan erosionado la competencia.
Al igual que muchos otros aspectos de nuestra actividad económica, el consumo financiero constituye un espacio regulatorio compartido. Por esta razón, es importante que los bancos utilicen instancias de diálogo y coordinación donde participen tanto quienes conocen las particularidades de la industria bancaria, como quienes se especializan en comprender el interés de los consumidores.