Nuevamente el Congreso y algunos parlamentarios son foco de las críticas. El flamante presidente de la Cámara de Diputados fue criticado por sus pares por ausentarse en una semana clave para su partido -la democracia cristiana- y particularmente la oposición, ya que se votaba la idea de legislar uno de los proyectos emblemáticos del gobierno, la reforma tributaria. Aprovechando un viaje oficial a Qatar, realizó una visita privada al papa en Roma.
Por otra parte, el senador Letelier es criticado tanto dentro de su partido como fuera, por una reunión que habría sostenido con el titular del Ministerio Público, para manifestarle su preocupación por los»dimes y diretes» relacionados con el caso de corrupción que se investiga en la Corte de Apelaciones de Rancagua. Finalmente, el Senado completo también está en entredicho por la posible elección de un ex fiscal regional como nuevo secretado del Senado y los posibles conflictos de interés que esto podría implicar. Hace años ya que nuestro Congreso se encuentra en los peores lugares en las encuestas ciudadanas.
El distanciamiento entre la ciudadanía y sus representantes no disminuye, a pesar de una serie de intentos de los parlamentarios y de reformas como al financiamiento a la política o de mayor democracia y transparencia de partidos. Si bien una ley no es una varita mágica que pueda solucionar esto de una vez, sí puede establecer ciertos incentivos y modificar en un mediano plazo, prácticas arraigadas fuertemente rechazadas por los ciudadanos de a pie y que muchas veces se alejan bastante de la transparencia y rendición de cuentas que hoy se exigen a las autoridades.
Por eso se hace cada día más evidente la necesidad de avanzar en mayores estándares de transparencia, rendición de cuentas, participación ciudadana y, especialmente, de fiscalización externa al Congreso y a quienes nos representan. Lamentablemente una buena iniciativa que surgió de un grupo de senadores, hace un par de años ya que se encuentra esperando su turno en el Senado.