La expresidenta Bachelet se defendía de las críticas por el bajo crecimiento económico, diciendo que era más importante lograr un “desarrollo sustentable”. Lo mismo afirmó cuando el Comité de Ministros enterró el proyecto Dominga. Entonces la sustentabilidad se simbolizó en un ave tierna de caminar divertido: el pingüino de Humboldt.
La protección del pingüino, sumada a la reserva de grandes parques y santuarios marinos fueron un aporte indudable en biodiversidad, pero no debemos confundir aquello con “sustentabilidad”, que además del resguardo ambiental, incluye eficiencia económica y equidad social.
La reforma energética que lideró Máximo Pacheco sí cumplió estas tres condiciones. En lo ambiental limpió la matriz triplicando la participación de las energías renovables no convencionales, y en materia económica, el sector energía lideró la inversión privada y mejoró la productividad de Chile bajando los costos de un insumo clave.
Pero el mayor aporte se produjo en la dimensión social de la sustentabilidad, al reducir los precios de energía en un 60%, lo que sumado a la ley de equidad tarifaria, benefició a millones de hogares de clase media que pagaron cuentas de luz más baratas.
En un auditorio de Valparaíso repleto de alumnos, Pacheco contó las claves para logar esos resultados. Lo primero fue innovación: licitaciones y redes que permitían inyectar energía proveniente del sol del norte por el día y energía del agua del sur por la noche.
Lo segundo fue jugar con las reglas del mercado, rompiendo el poder de los incumbentes con más competencia para bajar los precios, y lo tercero reforzar el rol del Estado, para hacerlo más eficiente y moderno, dialogando en vez de imponer, definiendo una visión de largo plazo y mostrando resultados en cuatro años, que fueron aplaudidos transversalmente.
¿Entonces por qué los pingüinos y los parques marinos simbolizaron el legado de Bachelet en materia de sustentabilidad y no energía?
Creo que influyó la ternura que despierta el ave marina, la belleza de los paisajes protegidos y su defensa por celebridades como Leonardo Dicaprio y rostros de teleseries y matinales. Lamentablemente Til Til no tuvo esa suerte. Su nuevo vertedero pasó colado, quizás porqué su fauna es gris y coluda o porque sus tierras son áridas y pobres. Algo parecido ocurrió en Coyhaique que se transformó en la ciudad más contaminada del planeta sin marchas ni gigantografías, pese a ser la capital de la “Patagonia sin represas”.
En transporte público el pingüino tomó forma de precarias ciclovías bajo el Mapocho promovidas como “movilidad sustentable”, pese a que las ocupa muy poca gente, mientras Transantiago hacía sufrir a millones, y en Valparaíso el ave se personificó en el Mall Barón cuya paralización fue celebrada como “triunfo ciudadano” por políticos y artistas, mientras en los cerros abunda una pobreza que no moviliza a nadie.
Estos contrastes son injustos. Para promover un desarrollo sustentable no basta con conmovernos con faunas y paisajes bellos. Debemos replicar la fórmula Pacheco, conciliando esos aspectos ambientales, con desarrollo económico y más equidad social, priorizando los problemas que afectan a la mayoría, y no sólo a elites con micrófonos más grandes para defender sus causas.