Santiago ya no es la ciudad que solía ser en febrero. Es cierto que los tacos de la hora punta desaparecen, pero el tráfico no bajó tanto, debido al fuerte crecimiento del parque vehicular en la clase media. Pero lo que hace menos grata la estadía es el asfixiante calor. Los termómetros pueden marcar 35 grados, pero la sensación en calles pavimentadas y sin sombra es mucho mayor.
En eso estaba el jueves a las cuatro de la tarde, cuando me dirigía a Pudahuel para conocer el nuevo Parque El Amengual, un proyecto urbano de 10 hectáreas y $8.000 millones de inversión, que surgió del municipio encabezado por el alcalde Johnny Carrasco. Iba en un metro con aire acondicionado, así que por un buen rato me olvidé lo que me esperaba, hasta que sentí el golpe de calor cuando salí del carro, pese a que estaba en una estación subterránea. Pero luego vino lo peor. La caminata para llegar al proyecto fue una pesadilla en cada tramo, sin la sombra de los nobles pimientos capitalinos. Me sorprendió la buena mantención de los espacios públicos, la ausencia de basura y varias plazas nuevas, siendo que Pudahuel es una comuna con pocos recursos.
Pero lo mejor fue la bienvenida al nuevo parque. Una cuadra antes de llegar al Amengual escuché los gritos de cientos de niños jugando con una música de fondo que no pude distinguir bien. Cuando llegué, entendí que su alegría no era solo por el nuevo parque. El municipio de Pudahuel había organizado una actividad denominada ‘plazas de agua’, que consiste en llenar la zona central del parque con piscinas plásticas y castillos inflables, mientras varios monitores manguerean a los niños que se acumulan por cientos con sus familias.
Este panorama te cambia inmediatamente la percepción de la ciudad. Lo que se ve es pura calidad de vida, expandida hacia el entorno por la energía que pueden generar cientos de niños jugando sin parar, mientras una monitora les recuerda por altoparlante que no pueden correr y que Oscarito está perdido, para que lo pasen a buscar. Esa postal también es una síntesis de esa buena política que pone a las personas en primer lugar, sin cuñas altisonantes ni autorreferentes.
Ya sabemos que la desigualdad es el gran problema de Chile, pero nos cuesta ver las soluciones entre tanto análisis, cifra y pelea chica. La gracia del Amengual es que puedes sentarte en el prado bajo un pimiento, y ver en tiempo real una inyección a la vena en materia de equidad social. Al regresar a mi oficina lamenté que las plazas del Agua no se conozcan tanto como otras iniciativas que congregan prensa. Luego pensé que probablemente al alcalde Carrasco no le importa tanto eso, como darle un regalo a los niños de su comuna que no pueden salir de vacaciones, y que ahora tienen un oasis de alegría en medio del asfixiante Santiago de febrero.