Estamos en la cuarta semana desde que el proyecto de reforma de pensiones ingresó al Congreso Nacional y, luego de una etapa de presentaciones, recién comenzará la de audiencias públicas. El tiempo pasa rápido y todavía las posiciones se ven ancladas en la defensa de convicciones y, algunas, en la mirada desde intereses individuales. La disposición a dejarse convencer o a ceder no está siendo lo más común y, mientras, se sigue promoviendo una discusión legislativa sobre retiros de fondos previsionales.
El proyecto de reforma está estructurado a partir de diversos acuerdos que se fueron decantando durante los últimos dos gobiernos, como la mayor protección frente a la pobreza en la vejez, el aumento de la tasa de cotización y del ahorro previsional, y la creación de un fondo colectivo con solidaridad y equidad de género. Aquello debiera ser un punto de partida valorado, junto a numerosos aspectos positivos que abordan correctamente los desafíos de nuestro sistema.
Para avanzar con éxito en una reforma es necesario poner la mesa para una conversación donde ni todo está mal ni todo es perfecto. El proyecto no es un camino errado, como algunos sectores sugieren, a la vez que argumentan que lo único posible es seguir aumentando las cuentas individuales. Tampoco todo es perfecto: sin duda, algunos aspectos requerirán mejorarse, revisarse o estudiarse más en profundidad, lo que es natural en el debate legislativo, especialmente de proyectos complejos.
Esa conversación requiere de apertura para incorporar otras miradas, pero, sobre todo, requiere de prioridad política para trabajar decididamente en la construcción de acuerdos. El riesgo de fracasar por tercera vez seguirá creciendo si no se acuerda la prioridad de esta reforma. Un referente que puede ser útil es la experiencia de Suecia en los 90, donde un gobierno de una coalición minoritaria logró materializar una reforma compleja a su sistema. La conformación de un grupo de trabajo en pensiones, con miembros de alto nivel de los partidos políticos, apoyado técnicamente, fue clave para lograr un acuerdo amplio y generar compromiso con las soluciones colaborativas.
Nuestro sistema de pensiones inevitablemente transitará hacia un pilar contributivo mixto. No es sostenible socialmente continuar aumentando las cuentas individuales, con todos los riesgos asumidos individualmente y en base a una lógica de propiedad que solo refuerza los retiros.
Mientras más demore aquello, más se debilitará el sistema de pensiones y mayor será la pérdida de confianza de la ciudadanía en nuestro sistema político ¿Por qué no alcanzar un acuerdo equilibrado hoy, uno que dé estabilidad al sistema de pensiones frente a los ciclos electorales? La clave está en acordar la prioridad política de esa tarea.