Los resultados electorales fueron, más o menos, como lo que predecían las encuestas que circularon (sin difusión) en los últimos días. Hay tres conclusiones que valen la pena subrayar.
Primero, no hay ningún sector que domine el Congreso. Eso significa que cualquiera que gobierne tendrá que construir mayorías, con paciencia y buena política. Y en el Senado, la centroderecha tiene la mitad de los votos. Nadie podrá hacer tabula rasa.
Segundo, el resultado de los partidos de la Concertación y de Provoste da cuenta de que hay nuevos clivajes que los viejos partidos de centroizquierda ya no son capaces de leer ni de representar creíblemente. Es el tiempo de otros.
Tercero, la segunda vuelta está lejos de ser una carrera corrida y, más importante, ninguno de los que pasaron a la final tiene, por sí mismo, una mayoría sustantiva. Para aspirar a convertirse en nuestro próximo presidente, Boric y Kast tendrán que convencer a muchos que ayer no votaron por ellos.
Si un porcentaje mayoritario de cada una de las candidaturas que quedaron en el camino se queda en su zona política, la carrera está empatada. Por ejemplo, si 80% de los votantes de Provoste y Sichel pasa a su respectivo sector y los enigmáticos votantes de Parisi se dividen 70/30 (¿a cuántos conoce usted?), Boric saldría victorioso por un margen ínfimo.
Este cálculo, sin embargo, olvida que la tasa de participación puede variar, especialmente cuando se trata de movilizar, a solo una semana de Navidad, a personas poco entusiasmadas.
Los candidatos tendrán que convencer a votantes que están a la izquierda de Kast y a la derecha de Boric. Será, por lo tanto, una competencia por buscar la moderación, por abandonar retóricas que exaltan a la base, pero asustan al resto de los ciudadanos.
Y no será fácil, porque ambos programas sufren de importantes fallas de origen.
El de Kast, porque parece hecho para construir un nicho más que para gobernar. Incluso el candidato tuvo que renegar de él. Es probable que sus autores nunca pensaron que llegarían a esta instancia. Se lo deben, en parte, al grave problema de orden público que tantos compatriotas sufren y que la centroizquierda es incapaz de abordar con la perspectiva de las víctimas cotidianas. Pero no bastan la mano dura y la hostilidad contra migrantes que ofrece Kast como anzuelo para construir mayorías. Son demasiados los temas culturales de su programa que chocan con las preferencias del votante medio. Para qué mencionar sus afiebradas rebajas de impuestos. No es claro cómo se retrocede en tantos temas, ni menos cómo podría lograr el apoyo de la Cámara, donde tiene minoría.
El programa de Boric, aunque tiene un tono algo más convocante, también tiene fallas profundas. Es lo que pasa cuando se agregan mecánicamente lo que las bases y distintos grupos de trabajo empujan con la convicción de que ‘su tema’ es el más importante de todos. Cada tema puede ser individualmente relevante; en simultáneo se transforman en un ejemplo de desmesura y falta de coherencia técnica. Tendrán que recortar aspectos que asustan a las clases medias. También, cambios que pueden dejar nocaut a la economía luego de la recesión que nos espera la segunda mitad de 2022. Todo esto con Jadue y el PC, autodesignados comisarios del programa.
Quedan 28 días para convencer al votante medio, ese ciudadano que tiene la llave para llegar al 50%+1 y que, al parecer, no comulga con ruedas de carretas.