Me encanta el fútbol. Como hincha he padecido despojos arbitrales por montones, por lo que me interesó el nuevo sistema tecnológico que se implementó en la Copa Confederaciones (VAR).
Quiero comentarlo, eso sí, como un sistema de control que busca que la toma de decisiones sea más transparente, confiable y libre de corrupción, tal como también pasa con las medidas impulsadas para un mayor control en el Estado.
Bajo ese objetivo, la implementación del VAR tiene al menos dos debilidades enormes:
1. Todo sistema de control va a provocar algún tipo de perjuicio en la agilidad de las decisiones, por lo que siempre debe ponderarse si la contribución a mayor justicia vale la pena. En este caso, me parece que el sistema no despeja dudas, pues no impone una evidencia irrefutable, y ahora la decisión es más lenta, carente de la velocidad que la constatación que un gol requiere. Lo mismo puede ocurrir en el sistema público, por ejemplo, con las sanciones a infracciones a leyes electorales: son conocidas solo después que ha ocurrido la elección y cuando no pueden afectar el resultado.
2. El sistema carece de transparencia, y ella es fundamental para no dar lugar a teorías conspirativas. ¿Quién está en las pantallas? ¿Quién toma la decisión de anular o validar un gol? Parece que el secreto fuera incluso intencionado por la Fifa, al mostrar a los 3 o 4 protagonistas de espaldas, con luz tenue. La falta de transparencia no contribuye a que el sistema de control sea legítimo para los hinchas, y menos aún que consideremos que sus decisiones lo son. Sin transparencia y sin evidencias que vuelvan incuestionables las decisiones arbitrales, el sistema implementado no logrará despejar las dudas que empañan el desempeño de los jueces en la cancha, aumenta la burocracia mal entendida, vuelve más lenta la validación de un gol, y no aumenta la confianza de los hinchas. ¿Cuántos de estos sistemas tenemos para el resguardo de la probidad pública?