La semana recién pasada, Ipsos y Espacio Público presentaron los resultados de una nueva encuesta. Esta última versión buscó evidenciar los perfiles de constituyentes que hoy desea la ciudadanía, además de otros aspectos vinculados al proceso constituyente. En esta columna quisiera mencionar dos dimensiones que me parecen especialmente relevantes.
En primer lugar, el proceso constituyente sigue concitando un fuerte interés ciudadano: un 75% de los encuestados señaló estar interesado o muy interesado en el proceso de redacción de una nueva Constitución. Lo anterior, y como ya lo he señalado en otras ocasiones, nos entrega la oportunidad de volver a vincular a la ciudadanía con la discusión política y con el horizonte de país que queremos construir.
Sin embargo, esta pregunta también plantea un desafío importante: el interés en el proceso constituyente es considerablemente mayor en personas que declararon votarían Apruebo y en aquellas que se autodefinen en el espectro de izquierda o de centro. Para aquellos que creemos que el pacto social debe ser resultado de un proceso democrático, participativo e inclusivo, nos debe preocupar que el proceso constituyente no sea una invitación solo para aquellos que triunfaron el 25 de octubre ni tampoco para los sectores que han empujado desde hace varios años la necesidad de una nueva Constitución.
En segundo lugar, los resultados de la encuesta son claros en evidenciar el poco apoyo que concitan candidatos a la convención que tengan trayectoria política; de hecho, estos son quienes generan mayor desconfianza, seguidos de personas conocidas, como actores, músicos o rostros de televisión. Además, dentro de las características que los encuestados consideran muy importantes en su decisión de voto, se encuentra el nivel educacional y la independencia de partidos políticos.
Esto último presenta un enorme desafío para las próximas elecciones, puesto que, para asegurar una participación real y efectiva de independientes, los partidos tendrán que perder poder. El desafío de estos es reconocer que la pérdida inmediata puede ser muy positiva en la reconstrucción de legitimidad del sistema político a largo plazo.
Cabe señalar que el deseo de que independientes sean parte de la convención no busca establecer que estos son acreedores de una virtud especial, sino que permite que la convención esté integrada por personas con vocación pública que puedan ser electas por sus propuestas, pero que debido a la crisis de legitimidad de los partidos improbablemente militarían. Por tanto, más que reconocer a los independientes como adversarios o una amenaza para el control político del proceso constituyente, la invitación es a que los partidos entiendan la participación de independientes como parte de un proceso más amplio de renovación y fortalecimiento de la política partidista, en ningún caso ni de su reemplazo ni de su extinción.